
Desde el Norte viene piloteando por las calles Ángel Vergara, añorando el viejo sueño de volar. Busca un buen lugar para sentarse a escribir su diario. De pronto ve un cartel que parece iluminarlo: “Albatros”. ¿Qué más indicado para su causa que un bar con nombre de ave?
Todas las miradas se centran en el nuevo sujeto, temiendo encontrarse una vez más con aquella figura extraña. Se tranquilizan al comprobar que sólo se trata de un joven con un cuaderno en la mano.
Florencio Gauna estrecha la mano de Genaro Cúspide, son viejos conocidos de tertulias funerarias. Le pregunta acerca de su último viaje y Cúspide le responde que tiene algo que decir, pero que aún no es el momento. Que de alguna manera se dará cuenta cuándo lo será.
Desde el Sur avanza Johnny John buscando su norte. A su arsenal de brújulas maltrechas ha sumado una que parece ser la correcta. La punta de metal imantado señala hacia el bar de la esquina. Entra sin dudar.
Nuevamente la atención se centra en la puerta del café. K se acerca a Valentín, indagando acerca de las palabras del extraño. Julia, la mujer del dueño, se asoma desde la cocina con la pequeña Victoria en brazos.
Desde el Oeste, Linares camina por la calle empedrada. Si bien siempre se toma todo a pecho, ahora prefiere beberlo con soda. Cansado de seguir todo al pie de la letra esta vez decide ceder a la letra del pie: una “A” de una vieja tapa de agua parece ser una señal. Levanta la vista y acomodando sus lentes sabe a dónde tiene que ir.
Arrieta regresa del baño y se sienta en la mesa que comparte con Somosa y Rocambole. Se burla mentalmente del pequeño personaje que acaba de entrar: algo en sus gafas y sombrero lo confunden con un inquieto palurdo. Rocambole clasifica mentalmente a los allí presentes, intentando colocar a cada uno en una categoría. Somosa siente que por ahora sólo debe esperar.
Desde el Este llega una pequeña embarcación por el Río de la Plata. Bajan de ella dos personas bastante peculiares. Circulan por las calles disfrutando de los paisajes que la ciudad les regala. Como si del destino se tratara, se dirigen hacia un punto en especial.
-¡Bueno, no será el bar Donde pero es lo más pintoresco que veo por aquí!
Diógenes Mastreta abre la puerta de un golpe. Lo sigue Mariana.
Eugenio Echagüe no puede evitar una sonrisa al ver el disfraz de pirata que trae aquel sujeto. Santino Conde pasea sus ojos por las curvas de la morena de ojos café y se pregunta por qué las chicas lindas siempre aparecen acompañadas.
En ese momento trece almas brillan al unísono, siendo de alguna manera todos conscientes de tal efecto. Diógenes se acerca a la barra, toma la carta y nota algo extraño en ella. Genaro mira a Florencio y sabe que es el momento de decir lo que sabe.