lunes, 6 de octubre de 2008

Seis



Sin embargo, casi ni llegué a tocarla: la puerta se abrió de golpe y una gruesa voz dijo: “¿Vos sos Valentín?” Mi estupefacto rostro asintió, con los pantalones por las rodillas.

“Te necesitan afuera, ¡vamos!”.

Esto se parecía terriblemente a mis pesadillas nocturnas. “Alcoyana-Alcoyana”, fue lo único que se me corrió pensar frente a la fatídica coincidencia. Me terminé de vestir y salí, prometiéndole a mi compañera volver a verla pronto. Promesa que nunca cumplí.

El hombre de cara de aberdeen agnus me acompañó por un pasillo y me hizo subir unas estrechas escaleras. Una vez arriba abrió una puerta y me invitó a pasar. Él esperó afuera.

Me encontraba en ese momento en una oficina muy bien amueblada: amplias bibliotecas escoltaban las paredes, adornadas con macetas que dejaban caer enredaderas en cada esquina; sobre mesas de algarrobo había más libros y unos extraños juguetes de metal, de esos que no paran de moverse; sobre una columna jónica o dórica (nunca supe bien la diferencia) descansaba un extraño monolito: al aparecer, el busto algo maltratado por el tiempo de algún sujeto filosófico. En el centro había una mesa: de un lado (el más cercano a mí) estaba Victorio, sentado; detrás, un enano con una gran F dorada colgando al cuello. Estaba también sentado, pero sobre una silla bastante más alta que las demás. Sólo le faltaba la ametralladora y el sombrero para terminar de parecer un verdadero mafioso. A su espalda lo custodiaban otros dos vacunos. En el fondo, un amplio ventanal dejaba ver la noche estrellada y los grandes árboles circundantes.

-Bienvenido, Valentín, te estábamos esperando –Dijo Victorio.
-Esperamos no haber interrumpido nada – Siguió Funes socarronamente. Sus vacas se sonrieron.
-Valentín, él es Funes, el hombre del que te hablé.

“Hola”, atiné a decir. Realmente no entendía nada, ni tenía ganas de entender: aún estaba pensando en el sonido monoaural… De ponto mis ojos se quedaron mirando la fotografía de un bebé que estaba sobre el escritorio. Al pie del portarretrato se podía leer “Giselita”.

-¿Le gusta? Es mi sobrina, ¿no es un amor? – La aguda voz el enano me devolvió a la realidad – En unos diez años la tendremos trabajando con nosotros…

Sus guardias volvieron a sonreír. Ese Funes era realmente un tipo asqueroso.

-Mi querido Valentín, ya le he contado al señor Funes acerca de nuestro intercambio. Yo ya cumplí: acabo de entregarle los documentos que podrían, eh… interesarle. Pero él no quería darnos su parte hasta que vos también estuvieras aquí.

Algo sonaba raro en todo eso. ¿Se podría confiar en Funes? A decir verdad, ¿se podía confiar en Victorio? Recién lo había conocido hacía dos días…

-Y bien, aquí estoy. Ya pueden terminar con esto y seguir disfrutando de la fiesta, ¿no?
- Me gusta su actitud –Dijo Funes.
- Bueno, Alberto, ya sabés a qué vine. ¿Dónde está?
-Donde ha estado siempre, Victorio: en La madre de Todas las Cosas.
-¿Wikipedia? - Dije, ingenuamente. Victorio comenzó a reírse:
-Ay, ¡siempre tan cerca y tan lejos a la vez! Claro, cómo no lo pensé ¡El Diccionario! El Abuelo lo dijo antes de morir: “Descartes tenía razón”, jaja.
-¿Descartes? ¿El filósofo?
-Sí, mi querido Valentín. Descartes contó haber tenido un gran sueño revelador: soñó con un diccionario. En el diccionario, según el francés, se encontraban todas las ciencias, ya que estaban contenidas allí todas las letras y todas las palabras con las que las ciencias se forman. Y eso es lo que le reveló que debía haber un método único que sirviera para todas.
-¿Entonces la idea de Borges en “La biblioteca de Babel” no es original?
-¡Claro que no! – Dijo Funes- El cieguito volador siempre fue un gran simulador. Y su pedantería lo llevaba a exagerar las cosas: postuló toda una biblioteca para explicar una idea que podía comprenderse con un sólo libro. Es más, dicen que pertenecía a un club secreto de escritores mediocres, pero eso es otra historia…

Victorio se había puesto de pie. Caminó hacia la biblioteca más cercana a la ventana y tomó un grueso volumen.

-Bueno, mi pequeño amigo, gracias por tu ayuda. Ahora que ya cada uno obtuvo lo que quería, podemos retirarnos hasta la próxima…
-Un momento, mi querido Victorio – la voz del enano sonó más irritante que de costumbre - . Esto no te va a ser tan fácil…
-¿Y ahora qué pasa?
-Sé lo que venías a buscar: la carta que dejó el Abuelo. Sé dónde está y te lo dije. Lo que no sé es para qué la querés…
-Ah, por nada en especial… sólo tiene un valor sentimental para mí.
-Ay Victorio, eso no te lo cree nadie. Si tuvieras sentimientos, no hubieras hecho lo que hiciste con tu hija. La carta tiene otro valor, ¿verdad? ¿Para qué la querés?

Victorio suspiró, y dijo tranquilamente:

-Esa información no estaba dentro del trato, así que si nos lo permiten… -Dijo, avanzando un paso. Pero a una señal de Funes sus custodios se adelantaron, tapándonos la puerta.
-Ustedes no se van a ningún lado. Si te dejé vivir, Victorio, y si te dejé llegar hasta acá, fue sólo para que me develaras el secreto de la carta. Pensaba que sería por las buenas, pero mis muchachos aquí presentes y yo no tenemos problemas en ejercer la violencia.
-Ay, Funes, Funes… El Señor no sólo te negó cuerpo sino también cerebro… leé mis labios: en dos minutos mi compañero y yo estaremos fuera de aquí, y nos llevaremos el Diccionario con nosotros…
-¿Ah. Sí? ¿Y cómo piensan salir de esta habitación?
- “Per aspera ad astra”.
- ¿Qué tienen que ver Séneca en todo esto? –Dijo el enano y miró el extraño monolito.

En ese momento comprendí lo que tenía que hacer: tomé el busto del filósofo y lo arrojé hacia el ventanal: saldríamos a través de las estrellas.

Los vidrios se hicieron mil pedazos. Victorio saltó a través del cielo y se colgó de las ramas de un árbol. Yo estaba a punto de seguirlo, cuando vi que uno de los guardias iba a sacar un arma. Funes, anonadado, se había parado arriba de la mesa.

Sin pensarlo, lo tomé de la cintura y cumplí un sueño: arrojar a un enano con todas mis fuerzas. Su pequeño ser chocó contra una de las bibliotecas, desplomándola sobre él y sus guardianes.

Salté por la ventana, y bajé rápidamente por el árbol.

Esa fue nuestra corrida bajo un tucumano cielo estrellado.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajaja, jejejeje, jijijiji!!!!! No podia parar de reirme!!! Esto me esta gustando cada vez mas... Ok me animo...
cuatriciclo
melocoton
jarana
Besos!!!

Jardinero del Kaos dijo...

acabemos con la farsa del cieguito volador!!!(no aun no) cada dia que paas me sorprendes mas voy a empezar a aplicar el "cara de aberdeen angus" con cierta gente,

solo puedo tirarte flores galan, como las "nenas" le tiran bombachas al gitano...
propongo:

-epifania
-albatros
-superochovolante (fuiste alguna vez al parque de la ciudad?)
-morfina

Unknown dijo...

No se enoje, chee!

De alguna manera hay que publicitarse, las visitas no llegan solas. De cualquier forma, el servicio que ofrece mi blog es excelente =P

Abrazo.

Muñeca dijo...

Wikipedia! Lo más!
Sabes que entré el sábado y vi los post que habia, dije es mucho para leerlo rápido, hoy ya me queria matar... No puedo no leer a conciencia, así que con mate y galletitas de desayuno me acompañaste esta mañana!
Muy copada la historia! Ýa me copé...
Besos!

g. dijo...

Me quedé clavado en el tercer episodio, si no me equivoco, así que ando medio descolgado.

Los leeré luego, cuando tenga tiempo.

Propongo esto:

Trastorno
Obsesivo
Compulsivo.

Otra vez por separado también se puede. Y propongo un nuevo reto; que por lo menos una vez aparezca esto:
TOC
(Como siglas de lo anterior o como sonido, como onomatopeya... Usted decide).

Duquesa de Katmandu dijo...

Hola Galán:
La "Madre de todas las Cosas" "me suena de algún lado"... Ojo con los juicios (de valor).

Muy bueno lo suyo!
En ésta mando:
a)Fruta de estación (Quilmes)
b)ególatra

Besos