miércoles, 22 de octubre de 2008

Veintidós



Nos miramos con Victorio para corroborar que los dos habíamos escuchado lo mismo. El sujeto seguía haciéndonos señas desde adentro de la vivienda. Nuestro intercambio de miradas mudas decía “Vamos, total, ya estamos jugados…”.

Entramos. Aquel hombre era un ser realmente extraño. Sí, más extraño que todos los que habíamos visto hasta ese momento: vestía una campera gruesa de cuero con corderito en el cuello, botas sobre un pantalón de jinete, una bufanda blanca y una gorra de aviador, también de cuero. Ah, casi olvido las antiparras, que sujetaban el sombrero sobre su cabeza. Tenía grandes y rubios mostachos de foca colgando hacia ambos lados, y una barba de tres días adornaba su gordo rostro.

La casa tenía un estilo entre bizarro y vintage: sillones forrados con flores de colores, portarretratos con fotos de guerras, aviones, barcos y un señor con barba de apariencia comunista; en la esquina, un triciclo de principios del siglo pasado, junto con peluches algo desechos por el tiempo. Arriba, colgados de un gancho, algunos nenúfares iguales al mío (que ya había aprendido a reconocer, pero aún no sabía distinguir el año). Sobre la mesa, un cuadro de un niño peinado al estilo Pablito Ruiz en sus años de gloria, junto con algunos libros apilados, entre los cuales asomaban La Biblia y el Fausto de Goethe.

Al principio nos miró con desconfianza, como si se hubiera arrepentido de habernos hecho pasar. Para romper el hielo, Victorio dijo en tono sarcástico:

- Bonita casa, bonito disfraz… ¿A qué se debe su llamado, mi estimado…?

- ¡Álvarez! Rosendo Álvarez, a sus órdenes…

Juntó los pies y puso una mano junto a su frente mientras decía su nombre. Luego agregó:

- Disculpen mi falta de cortesía, pasen, siéntense. Póngase cómodos.

Nos ubicamos alrededor de una vieja mesa de madera. Álvarez desapareció por un segundo y volvió portando una bandeja:

- ¿Café? ¿Té? ¿Whisky?

- Café, por favor.

- Yo quiero un whisky –Dijo Victorio- ¿Y bien? Dijo usted que sabe quiénes somos y por qué estamos acá. Lo escuchamos.

El hombre bebió un sorbo de alcohol antes de contestar:

- Bueno, no sé bien por dónde empezar…

- ¿Por el principio?

- De acuerdo. Nací en el año 1960, una noche de tormenta…

Nos reímos algo incómodos. En un primer momento creímos que se trataba de un chiste, pero cuando vimos que la historia continuaba con sus primeros años de vida, hubo que interceder:

- Por favor, Rosendo, vayamos al grano. ¿Qué sabe usted de nosotros?

- ¡Ah, sí, claro! Bueno, la verdad es que últimamente tengo mucho tiempo libre, y dedico la mayoría a escuchar la radio… por las dudas, temo otra invasión…

- ¿Invasión?

- Sí, hay que estar alerta, ¡siempre alerta! Como mi antena era chica y desde aquí no sintonizo más que las emisoras locales, hice un par de conexiones extra y gracias a un viejo radar que guardaba por ahí, ahora escucho casi todas las radios del país, y también algunas del país vecino.

Mi compañero y yo comenzábamos a impacientarnos.

- ¿Cuándo va a llegar a la parte en que nos cuenta cómo es que sabe de nosotros?

- Ahora, justo ahora. El asunto es que en una radio escuché algo sobre un partido de fútbol disputado en el norte, en el que luego del resultado habían baleado el coche de uno de los jugadores… al principio no le di demasiada importancia, claro. Pero más o menos una semana después escuché que en una bodega de Mendoza se había disputado una especie de concurso, o algo así, en donde un turista había ganado, tomando más vino que los mendocinos.

Nos miramos nuevamente. Fingiendo incertidumbre, pregunté:

- Sí, ¿y? ¿Qué tiene que ver todo eso con nosotros?

- Cuando escuché el nombre del lugar todo me cerró: ¡Alas Negras! Esa bodega pertenecía a Albatros.

Victorio bajó lentamente y sin tomar el vaso de whisky que había alzado hacia su boca. Este tipo con extrañas manías y cara de loco sabía más de lo que aparentaba. De pronto caí en que así como él había estado escuchando y atando cabos, también lo podría estar haciendo cualquier otra persona. En especial dos que tenía en mente.

- ¿Te das cuenta, Victorio? ¡Esta gente no conoce la discreción! ¡Así es como siempre nos encuentran!

- ¿Nos encuentran? ¿Quiénes?

- Digo, bueno, el hombre-de-gris, Rodolfo… por eso sabía por dónde viajábamos…

- ¿Lo volviste a ver?

- No desde la última vez que te dije, cuando me pareció verlo en la plaza de San Juan…

Tuve que mentirle. Había demasiadas cosas que no le había contado y ese no era el momento para hacerlo.

- Y bien mi amigo, volviendo a su relato… ¿Qué sabe usted sobre Albatros?

- Mi familia perteneció a esa organización. Yo nunca me interesé demasiado, y menos con todo el asunto de la guerra… Yo combatí en Malvinas, era piloto. Manejaba un Skyhawk A-4B.

De pronto mi compañero y yo comenzamos a mirar con mayor respeto a ese hombre.

- Mi madre estaba muy enferma cuando me reclutaron para combatir allí y la noticia la empeoró aún más. Lamentablemente, nunca pude despedirme de ella: cuando regresé a mi hogar ya había muerto. Mi padre la siguió poco tiempo después.

Se hizo un silencio incómodo. Álvarez volvió a servir whisky. Esta vez acepté su oferta.

- La gente de Albatros se portó muy bien conmigo. Para reponerme me asignaron venir acá. Me dieron casa, comida y una misión: cuidar una piedra, que algún día, en algún año cercano o lejano, alguien vendría a reclamar. No sé mucho acerca del tema, sólo que no es la única, y que las demás están repartidas a lo largo del país. También sabía que para conseguir algunas había que enfrentar algún tipo de prueba, por eso empecé a sospechar de las noticias de la radio. Cuando escuché el nombre de la bodega sabía que no tardarían en llegar acá.

- Bueno, entonces eso quiere decir que la piedra la tienen usted. –Dije ingenuamente.

Álvarez dudó unos segundos antes de contestar.

- No, lo siento muchachos. Fallé en mi misión: me la han robado.

- ¿Qué? –Exclamé.

- ¿Quiénes? –Dijo Victorio.

- Los enemigos de siempre. Otra vez metiendo sus sucias manos en nuestros asuntos.

- ¿Los ingleses? – Pregunté.

- No, los chilenos. Los malditos vendepatria del país vecino.

- ¿Pero qué tienen que ver nuestros hermanos chilenos en todo esto?

Mi ingenua juventud y escasa información al respecto me llevaron a formular tal eufemismo. Victorio y Rosendo me miraron de una forma que jamás olvidaré. Resumieron los hechos en pocas palabras: “Decíles eso a nuestros soldados que se hundieron en el Belgrano”.

- ¡Por los caídos en Malvinas!

- Por los caídos en Malvinas…

Brindamos amargamente sin chocar las copas.

- ¿Y cómo vamos a recuperar la piedra?

- Mis amigos, para eso necesito su ayuda.

Nos llevó hacia el fondo de su vivienda, donde había un gran galpón de chapa. Al abrir la puerta corrediza completamente, exclamó:

- ¡He aquí a la Torcaza!

Una vieja avioneta se alzó ante nosotros. Rosendo nos explicó su plan: iríamos hasta una pequeña base chilena que estaba justo del otro lado de la cordillera. Allí estaba la piedra. Nuestra parte del plan era ayudarlo a recuperarla (y llenar el tanque de nafta, porque él no era un hombre de muchos recursos). A cambio, él salvaría su honor y nosotros nos quedaríamos con la piedra.

Volveríamos victoriosos tras haber derrotado a nuestros traidores vecinos. Lo sé, todo sonaba a una utopía. Menudo latazo en el que nos habíamos metido.

- Claro que no podemos despegar desde acá. Debemos ir hasta el aeropuerto, aquí no hay suficiente carretera.

“¿Carretera?” –Pensé- “A donde vamos no necesitamos carreteras”. Y el Delorean despegaba dejando su estela de fuego en el cielo…

Ya hay demasiados guiños hacia esa película en esta historia. Deberé evitarlos… en el futuro.

6 comentarios:

Jardinero del Kaos dijo...

deberé dejar de referenciar cierta pelicula que admiramos, por el bien de la historia...

simplemente genial, la aparicion de Alvarez se lleva todos los premios.

Sugerencias del dia.

-vittel tonne
-F-14 TOMCAT.
-simpatia
-mortadela
-flamigera


nada mas por el momento...

un apreton de manos sudadas!!!

Fricasoid dijo...

¡"GÜAU"! ....

Ya soy Fan de tu blog.

Ahí van más :


Sutil
Épico
Noche
Lluvia

Duquesa de Katmandu dijo...

Bueno, muchas gracias por los cumplidos...

Beso,

Caracola Light dijo...

Ya te voté amigo

- manuscrito

- blog

- Pda

Caracola Light dijo...

Ya te encontré!!!
Que creatividad tienes. Menudo latazo en España tiene más bien sentido de pesado, coñazo, que no hay quién te aguante. Ese soy yo. Supongo diferentes localismos.
Un superabrazo artista

Paula Daiana dijo...

Acá estoy retomando mi viaje... vamos por el viajecito a Chile, me gusta eso!.
Atrapante ser parte de esa organización, me dan ganas de darme una vueltita por Albatros...