viernes, 17 de octubre de 2008

Diecisiete



Hacinados, enajenados, vapuleados. Como dos estatuas de sal abrazadas eternamente en el vacío, ajenas al paso del tiempo y del viento. Así estábamos los dos, ella y yo, dormidos en un mar de obviedades.

Como una rosa negra sobre un témpano de ébano, su sonrisa ya no volvería a dibujarse. La mía había perdido su rutina en el medioevo, bajo una armadura de cristal y diamante.

-¿En qué pensás, Valentín?

- Nada, redacto mentalmente pensamientos insurgentes, que a falta de tinta y papel prontamente serán olvidados.

- Fijate, creo que en la guantera hay algo.

- No, dejá, no importa. Hace mucho que no uso lapiceras y cuadernos, me acostumbré demasiado al teclado.

Estábamos entrando en la provincia de Neuquén. Teníamos que atravesarla completamente para llegar a Bariloche. Yo había ido una vez a esa ciudad, cuando era chico, con mi familia. Lo que más recuerdo era la frialdad del Lago y el dulce de Rosa Mosqueta. No había querido ir al viaje de egresados, siempre me pareció una cosa de caretas. Además, no tenía amigos en el colegio: las mejores amistades me las fueron dando la vida, la calle y la noche.

- Mirá Valentín: hacia allá, a unos cuantos kilómetros, se encuentra el punto cuatripartitito, ¿sabés lo que es, no?

- ¿La unión de cuatro provincias?

- Sí: Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza, ¿no es maravilloso?

- Lo sería, si no hubiera sido hecho por el hombre…

- ¿Acaso este auto no es maravilloso también?

Me limité a sonreír.

Al atardecer nos detuvimos en una vieja taberna, al costado de la ruta: por la fachada parecía una simple parada de camioneros, pero al entrar comprobamos que era mucho más que eso: era un antro realmente bizarro. Sobre la barra un hombre con aspecto de búfalo apuntaba su cornucopia figura sobre los labios de una señorita, que debería tener tremenda tortícolis para poder besarlo desde su escasa altura. Al fondo del salón, un monseñor pederasta intentaba con su parafernalia convencer a dos pequeñas para ir a rezar a su casa. Mientras que el resto de la gente se dividía entre los que causaban miedo, risa y lástima.

Un señor de macabra sonrisa que decía ser oriundo de Villa Cañás nos invitó un trago. Victorio comenzó una charla muy amena con este sujeto, intercambiando sus ideas acerca de la bolsa, el once de septiembre, la muerte de Kennedy y el caballo blanco de San Martín.

Aproveché la ocasión para salir a tomar aire fresco y acomodar un poco mis ideas. Había recibido demasiada información en pocos días y tenía que aprender a discriminar la paja del trigo.

¿Qué sabía hasta ese momento? ¿De qué podía estar seguro? Al parecer, de que me encontraba recorriendo el país con una persona que apenas conocía y que parecía saber más de lo que decía, embarcado en una absurda aventura que incluía las búsqueda de nueve piedras, de las cuáles ya teníamos cinco.

Se suponía que había existido una organización llamada Albatros, que era la que había organizado tal ¿juego? Y a ella habían pertenecido las familias de Victorio, Funes y Rodolfo, el enigmático hombre-de-gris.

¿Cómo encajaba este sujeto en toda la historia? ¿Sería cierto lo que Victorio me había dicho acerca de él? Ah, pero me estaba olvidando de un personaje fundamental. Julia Sabat. ¿Quién era esa chica? ¿Por qué había aparecido ya dos veces durante el viaje? Y lo más extraño, ¿por qué el hombre-de-gris sabía su apellido?

¿Demasiada información dije? En realidad no sabía nada.

Volví a entrar al bar: Victorio y su nuevo amigo, ya algo pasados de copas, discutían sobre la formación de Alemania en el mundial 78. Decidí seguir de largo y dirigirme hacia el baño. Aunque siempre me había costado liberar mis heces fuera de mi hogar, durante el viaje me había tenido que acostumbrar a los baños ajenos (cuando tenía la suerte de que haya alguno).

Entré a mi pequeño cubículo y cerré la puertita. Me senté, aguardando la llamada de Cthulhu. Tardé unos minutos en notar que aquel sitio se encontraba completamente en silencio. De pronto, la puerta de entrada se abrió y escuché unos pasos. Por el agujero que quedaba debajo de la puerta de mi cubil (era de esas típicas de toilette que dejan ver los pies de quien se sienta en el trono) pude observar un par de zapatos negros bien lustrados, que caminaban enarbolando sobre sus tobillos un trozo de tela gris.

La puerta del compartimiento de al lado se abrió, y escuché que alguien se sentaba en el retrete. De pronto una voz que hacía demasiados días que no oía y que tardé en reconocer me dijo:

- Valentín, ¿sos vos?

6 comentarios:

Jardinero del Kaos dijo...

COMO DESACERSE DE PALABRAS MOLESTAS EN UN PARRAFO...
LO TUYO ES CADA DIA MAS GENIAL, ESTE VIAJE PSEUDO DELIRANTE ME ENCANTA, YA QUE VALENTIN Y VIC ANDAN POR EL SUR HAY UNA PALABRA QUE NO PUEDE FALTAR:

-NAZI

Y TIRO MI LISTA DE COMPRAS...DIGO DE PALABRAS:

-COLES DE BRUSELAS
-ESPARTANO
-MCFLY
-MERIENDA
-RELLENO SANITARIO

MUY BUENO LO DE LA LLAMADA DE CHTULLU!!!
LO VOY A EMPEZAR A USAR!!!

VALENTIN VUELVA A LOS BOLIGRAFOS Y A LOS ANOTADORES QUE LOS TECLADOS MUERDEN!!!

Anónimo dijo...

Hola!! yo cumplí pero porque me gustó el blog :-)

suerte y felicitaciones

Anónimo dijo...

Sale pues :) (lo del voto). Estoy yendo para allá.

La verdad esta bueno tu blog che. Para colgarse leyendo un rato.

Suerte.

Anónimo dijo...

Nooooooooo, acabo de leer 6 capitulos seguidos y no me puedo quedar con la intriga!!! Subi rapido 18!!!!Te dejo algunas palabras que seguramente entraran para el 19:
meteoro
plutonio
canillita
babero
barbero.
Besos!!!(tu fan nº 1)

Jordim dijo...

Sí señor, sigue escribiendo..

l dijo...

Muy bien usadas, Galán.
Clap, clap.

Luego te votaré.

Beso.