sábado, 25 de octubre de 2008

Veinticinco



Después de casi dos días de vuelo y de varias paradas llegamos por fin a la ciudad de Puerto Madryn. Allí nos despedimos de Rosendo, un sujeto realmente increíble. “Son bienvenidos en casa cada vez que lo deseen”, fueron sus últimas palabras. Aún le debo una visita.

Según habíamos interpretado la pista, la siguiente piedra estaba en un pueblo cercano, dentro de la Península Valdés, llamado Puerto Pirámides. Claro que no había forma de aterrizar allí, por eso nuestro nuevo amigo nos había dejado en la ciudad más cercana.

Caminamos por el centro buscando dónde parar, pero parecía imposible encontrar algún hospedaje disponible, ya que habíamos llegado justo en tiempo de las ballenas. Resignados, comenzamos a caminar siguiendo la línea de la costa para llegar a los dos campings locales y probar suerte allí. Gran alegría nos causó divisar al tehuelche: la estatua del indio nos indicaba que al fin faltaba poco para llegar a los campamentos. En el primero que preguntamos quedaba un lugar, y allí nos plantamos. Por suerte, como yo había salido de casa sin rumbo demasiado fijo, había incluido una carpa en mi mochila.

El sitio era agradable, familiar. Lo único malo era la parejita de vecinos de la carpa de al lado, que no sólo no nos saludaban cuando nos veían, sino que además se la pasaban discutiendo.

Lo primero que hice luego de acomodar las cosas fue darme una ducha: no soportaba más mi menesteroso aspecto luego de tanto viaje. Después, ya más frescos, volvimos al centro, pero esta vez en colectivo. Aunque sabíamos que allí no estaba la piedra, decidimos pasar todo el día en la ciudad y conocerla. Visitamos un pequeño museo y caminamos por el largo muelle jugando a adivinar los nombres de los países cuyas banderas flanqueaban la pasarela (pero esa vez no ayudamos a robar ninguna).

Fue uno de los pocos días de relax que tuvimos en toda nuestra larga aventura. Por la noche, una cervecita en un bar en la playa, mirando las estrellas, en esos banquitos cool cuadrados con almohadones. Volvimos caminando al camping, pero por la playa.

Por la mañana partimos en una camioneta hacia la Península Valdés. Una vez en Puerto Pirámides conseguimos lugar en una hostería, un poco cara teniendo en cuenta que debíamos compartir la habitación con diez sujetos más, pero muy bonita.

Pirámides es un pueblo muy chico: una sola calle asfaltada, un solo bar, algunas hosterías y otros hoteles muy caros, la preciosa playa y, por supuesto, las infaltables casas de excursiones. Compramos una para el día siguiente: obviamente que si estábamos allí no nos íbamos a perder las ballenas.

Es cierto que no nos encontrábamos de vacaciones, si no que teníamos un objetivo que cumplir. Pero la sencillez de la ciudad nos desorientaba y no sabíamos por dónde comenzar a buscar. Eso hizo que el primer día sea una tarde de playa, y un descanso nocturno en el hotel, para recuperar fuerzas para la siguiente jornada.

Sin embargo, al entrar a la hostería cuatro personajes nos llamaron la atención. Luego de observarlos un rato ya los habíamos bautizado. Alrededor de una mesa cuadrada, jugaban un partido de truco Diógenes (por su barba, ojotas con medias y aspecto despreocupado y desprolijo), el Cubano (un pseudo latino ladrón, que intentaba mantenerse dando clases de mambo o cocinando), Miguel Abud (realmente se parecía al actor) y El Padre de la Nena (un cincuentón medio pendeviejo de aspecto pederasta, que había viajado con su púber hija y una ídem amiguita).

El extraño y ambiguo mosaico que formaban los cuatro jugando tenía ese no-sé-qué de los franceses que hacía que no pudiera quitarles la vista de encima. El juego era ágil, dinámico, como si un metrónomo bien calibrado dictaminara el momento justo de cada jugada, de cada frase, de cada poroto sobre la mesa.

Yo los observaba desde la barra, y junto con Victorio que hacía lo suyo reclinado sobre una columna exactamente del otro lado, lográbamos el apoyo periférico necesario para ir aprendiendo sus estrategias y observar sus jugadas.

En ese momento no sabía por qué, pero tenía la sensación de que era importante que observáramos ese juego. Por supuesto, al terminar su ronda no tardaron en invitarnos a participar. Así es que, tirando reyes, nos tocó jugar separados: Victorio con el Cubano y Abud, y yo con Diógenes y el Pederasta.

Luego de dos chicos muy peleados, la suerte quiso que el grande quedara para mi equipo. Al terminar el juego llegó el momento de las cervezas y las charlas, donde nos enteramos un poco de la vida de cada uno.

Justo cuando estábamos a punto de irnos a dormir (mi compañero ya hacía rato que había exclamado cual estertor su bostezo definitivo), llegó lo más importante de todo ese intercambio de palabras: nos enteramos de que la noche siguiente iba a realizarse un campeonato de truco en el bar local, motivo por el cual los cuatro excéntricos venían practicando desde hacía varios días.

- ¿Cuál es el premio muchachos? –Pregunté - ¿Dinero? ¿Excursiones gratis? ¿Una ballena?

- Jaja, no, nada de eso joven –Me respondió Diógenes- El premio es simbólico. Lo que a nosotros nos importa es el prestigio.

- Claro, lo hacemos por la fama –Siguió Abud- Yo quiero convertirme en el Cervantes del truco.

- Complicado para Cervantes Saavedra jugar al truco con una mano… -Agregó el Padre de la Nena.

- Bueno, nada importante entonces…

- No, claro que no. Puede ser cualquier cosa, ¿vos te acordás qué era? –Preguntó el Cubano mirando a Diógenes.

- Mmmm… si no me equivoco creo que es un adorno…No, me parece que es una estatuilla, o una piedra.

4 comentarios:

María Jesús dijo...

Hola Galán! Así que has estado viendo y escuchanda a Rosendo, te lo habrás pasado genial. Se ve que te gusta viajar, lo digo por la forma de hablar de ello.

Un beso

Fricasoid dijo...

Vi que agregó mi msn . Por ahí nos leemos.
Saludos

Jardinero del Kaos dijo...

Estamos en lña recta final... y me da miedo que te no te alcancen los dias para terminar la historia...palabras de seguro te sobraran, te estas superando dia tras dia. te admiro. ah me olvidaba puedes votar por mi en los mejores culos de iberoamerica, gracias!!!

-toponauta
-amorfo
-casiopea
-monoxido de carbono
-sulfato de cobre

un abrazo guarro, chavalin!!!

Paula Daiana dijo...

"Por suerte, como yo había salido de casa sin rumbo demasiado fijo, había incluido una carpa en mi mochila" jajajaja, pero que precavido resultó jajaja!!
Vamos por la partida de truco!!