jueves, 30 de octubre de 2008

Treinta



Como pudimos nadamos hacia la costa. Por suerte la marea había bajado, lo que nos facilitó un poco las cosas. Cuando logramos hacer pie comenzamos a caminar, y luego a correr. El mar estaba helado, pero mi sangre estaba caliente y mi corazón tocaba un solo de batería.

Llegamos a tierra firme, a la arena mojada y negra, esa donde cuando era chico buscaba almejas. Respirábamos con dificultad, pero estábamos vivos, sanos y salvos. Por la avenida se acercaban las luces de un patrullero. No había señales de Victorio.

- ¿Estás bien?

- Sí, sí… ¿Mi papá?

- No sé, no lo veo.

- ¡Mi papá, Valentín! ¡Hay que encontrar a mi papá!

Escudriñé el mar con mis ojos ardientes de sal, pero ni siquiera con un buen catalejo me hubiera sido posible encontrar a Victorio. La oscuridad de la noche complicaba las cosas.

- ¡Encontralo, Valentín! ¡Esas bestias le dispararon! Si le llegó a pasar algo…

- Tranquila, todo va a estar bien. Tu viejo es un tipo de hierro, no creo que le haya pasado nada.

Sólo lo dije para tranquilizarla, pero la verdad era que yo también estaba preocupado. Mis pupilas ya dilatas comenzaban a ver mejor en la oscuridad. Además, tenía la ayuda de dos fuentes de luz: una artificial, dada por la publicidad del muelle, y una natural, brindada por la misma luna. Esta última fue la que me permitió distinguir una sombra que se movía entre las olas.

Inmediatamente me eché a correr hacia el mar. Corrí más rápido que bajo aquel cielo tucumano, más veloz aún que cuando escapábamos de una falsa alarma en Chile. Ahora corría para salvarle la vida a un hombre.

Me tiré y comencé a nadar lo mejor que pude hacia aquel bulto en el mar. Cuando abracé a Victorio estaba muy pálido. Como pudo se sujetó de mi espalda y lo llevé hacia la costa. Recién cuando salimos del agua noté que tenía herida la pierna izquierda.

- ¡Papá!

- Victorio, ¿estás bien?

- Me dieron, esos hijos de puta me dieron…

Me quité el saco y envolví su pantorrilla, mientras Julia se sacaba su campera rompevientos y hacía un fuerte nudo sobre aquel improvisado tapón.
Desesperado comencé a correr hacia la avenida para llamar a una ambulancia, pero Victorio me detuvo.

- No, ambulancia no, no quiero a la policía. Pará un taxi y que nos lleve a un hospital. Disimulemos.

No pude decirle que no, así que entre ambos lo tomamos por los brazos y lo ayudamos a llegar hasta la calle. Un patrullero había parado cerca y dos hombres uniformados caminaban a lo largo del muelle en dirección hacia el Club.

Paramos un taxi y tuvimos que improvisar una historia: a nuestro viejo tío loco se le había dado por nadar de noche en el mar y se había quebrado la pierna cuando las olas lo habían arrastrado contra el muelle. No sé si sonó creíble, pero el taxista no preguntó nada.

Cuando entramos al hospital Victorio estaba casi desmayado, pero tratábamos de mantenerlo consciente. En cuanto nos vieron le quitaron nuestros trapos de primeros auxilios y cubrieron su herida con vendas y agua oxigenada, mientras lo llevaban hacia el quirófano. Tuvimos que decir que había sido víctima casual de un tiroteo, ahí no podíamos mentir tanto.

Julia y yo esperamos en la sala mientras lo intervenían. Un rato después salió un médico y nos anunció:

- La operación salió bien, extrajimos la bala y el hueso no está quebrado. Sin embargo ha perdido mucha sangre y necesita una transfusión, ¿alguno de ustedes es grupo cero factor RH positivo?

- Yo – Dijo Julia – Yo soy su hija y tengo su sangre, sáquenmela a mí.

Yo soy A, si no con gusto hubiera sido el donante, para evitarle tal disgusto a Julia. Aunque había algo de orgullo en sus palabras, como si de alguna manera le gustara ser ella quien salvara a su padre.

El único que durmió bien esa madrugada fue Victorio: luego de la transfusión lo llevaron a una habitación. Julia y yo nos habíamos quedado en la sala de espera, maldormidos en un banco, con la ropa aún húmeda y llena de arena.

Cuando el sol que se colaba por la ventana comenzó a ser lo suficientemente molesto nos levantamos y entramos en la habitación.

- ¡Victorio, estás bien!

- Bueno, si Sergio Denis fue y volvió, ¿por qué iba a quedarme yo del otro lado?

Sonreí aliviado. Julia estaba de pie, seria, sin decir nada.

- Valentín, debo agradecerte. En primer lugar, por salvar a mi hija. Y luego por salvarme a mí, si no me hubieras rescatado a esta altura estaría flotando entre las olas.

- De nada, viejo. Igual a la que tenés que agradecerle es a tu hija, que así tan flaquita como la vez te donó varios litros de su sangre.

Victorio la miró con un gesto tierno, pero ella lo esquivó sin decir nada.

- Bueno, ahora sí quiero que me digas, ¿cómo lo hiciste?

- ¿Qué cosa Valentín?

- ¡Lo de la piedra! Todos vimos cuando la arrojaste, y sin embargo, sigue ahí, en el bolsillo de tu saco.

- ¿La viste?

- Sí, cuando te llevaron al quirófano me dejaron tus pertenencias. Pero no te preocupes, la dejé ahí en tu bolsillo.

- ¿Y viste la pista?

- Por suerte el mar no llegó a borrarla del todo: “En la cabeza del vigilante de la metrópolis”.

- Claro, hace referencia al Monumento a la Bandera: el vigilante, el soldado, Belgrano, el guardián de la ciudad… El juego era cíclico: no importaba por cuál piedra se empezara, cada una llevaba a la siguiente.

- Sí, eso lo entendí, pero ¿No me vas a contestar?

- Fue fácil, Valentín, ¿no te diste cuenta aún? La piedra que tiré fue la que Funes me había arrojado en la cabeza, la roca falsa de las minas de Wanda.

- Engañado dos veces con el mismo truco, ja, ya imagino su gesto de furia y humillación cuando se entere.

- A propósito, ¿qué pasó con Funes?

- No lo sé, nosotros también saltamos por la ventana. Pero supongo que lo habrá atrapado la policía: unos agentes estaban entrando en el Club mientras tomábamos el taxi.

- ¿Rodolfo? ¿Él también escapó?

- No, él no.

Se hicieron unos minutos de incómodo silencio. De pronto la miré a Julia y sentí que yo estaba de más en esa escena familiar. Así que salí a la sala, diciendo:

- Vuelvo en un rato, supongo que ustedes dos tendrán mucho de qué hablar.

Aproveché el paseo para ir a buscarle ropa limpia a Victorio y llevársela al hospital. Aproximadamente una hora después volví a entrar en la habitación. Padre e hija estaban abrazados, pero al verme se separaron, intentando disimular algo incómodos.

- Bueno Valentín, váyanse de una vez, ¡miren como están! Péguense una ducha, vístanse lindo y salgan a pasear. Supongo que esta noche no me dejarán salir de acá todavía, así que nos veremos recién mañana a la mañana y vamos a cobrar el dinero.

- ¿Necesitás algo?

- No, no se preocupen por mí. Eso sí: ni se te ocurra llevar a mi hija al cuartucho ese en el que estamos: sacá plata de mi billetera y la llevás a un hotel lindo y caro, ¿entendiste?

Sonreí algo avergonzado, mientras Julia se ponía de todos colores. Nos despedimos, acordando que al día siguiente lo pasaría a buscar por la mañana, y si le daban el alta iríamos a cobrar el dinero del juego. Justo antes de que saliera, Victorio me llamó. Julia esperó afuera, entendiendo que tal vez su padre quería que habláramos a solas.

- Valentín, quiero hacerte una pregunta. Cuando pasó todo el episodio en Chile y creíamos que ya no íbamos a encontrar esa piedra, vos dijiste que te habías arrepentido de haberme dicho que sí cuando te propuse esta aventura, ¿de verdad pensabas eso?

- No, viejo, no te preocupes. En ese momento estaba muy caliente, pero la verdad es que, más allá de que lo hayamos logrado, de todos modos nuca me hubiese arrepentido de todo esto, porque para mí fue algo muy bueno haberte conocido.

- Para mí también, Valentín. ¡Pero no nos pongamos sentimentales! Lo importante es que finalmente alcanzamos la gloria, ¿no?

- Claro que sí. Jamás dudé de que lo lograríamos.

- Bueno, dale andá, que Julia te está esperando. Nos vemos mañana.

- Sí, nos vemos mañana.

Pasamos por el cuartito de hotel sólo para retirar mis cosas, luego alquilamos una habitación con Julia en otro más lindo y caro, como nos había ordenado su padre. Después de una ducha calentita y ropa limpia, nos dormimos una buena siesta juntos. Me desperté al atardecer, y mientras ella continuaba durmiendo, pensé en Victorio y sentí lástima por que estuviera solo en esa triste habitación de hospital.

Me levanté y salí decidido a darle una sorpresa. Compré una docena de churros rellenos bañados con chocolate en la panadería La Bellle Epoque, y me dirigí hacia donde estaba internado. Sin embargo, la sorpresa me la dio él a mí, cuando vi que su cuarto estaba vacío.

Pregunté en la recepción si ya le habían dado el alta, y me dijeron que no, pero que él se había retirado bajo su propia responsabilidad. ¿Bajo su propia responsabilidad un herido de bala? Nunca deja de sorprenderme la ineficacia de los trabajadores de la salud. Me pareció extraño, pero aún pensaba que podría encontrarlo en el cuartito de hotel. Sin embargo al llegar allí tampoco estaba. La habitación estaba completamente desocupada: se había llevado todo: su ropa, su bolso. Incluso las piedras.

Cuando le pregunté a la dueña me dijo que hacía aproximadamente una hora Victorio había llegado, había tomado todas sus pertenencias y le había pagado los dos días de estadía.

- ¿No le dijo a dónde iba?

- No. Lo único que me preguntó era dónde podía alquilar un auto a esta hora.

Desesperado, llamé a Julia a la habitación de nuestro hotel:

- ¿Qué pasa, Valentín? ¿Dónde estás? Te fuiste sin decirme nada.

- Nos cagó, Julia. Se llevó las piedras. Tu viejo nos cagó.

5 comentarios:

Jardinero del Kaos dijo...

Me pongo de pie(como diria la señora de los almuerzos) espectacular,

¿Podrá Galán de barrio resolver esta historia en un solo capitulo?

¿Victorio se saldrá con la suya?

¿Habra amor entre la hija del viejo y valentin?

¿Podré dejar de decir boludeces?

todo esto tendra respuesta mañana a la misma batihora, por el mismo batiblog...

por ser el ultimo no te voy a tirar balas a la cabeza:

-vaso
-carretera
-hormigon
-belleza

Para mi ya lo lograste, pero esto no se termina hasta que canta la gorda...

P.D: ¿Que te pasa con los trabajadores de la salud?

Un apreton de manos al estilo Carlitos Montanari.

María Jesús dijo...

Es una aventura inquietante y, tengo que decirte que la imagen que has puesto tiene unas expresiones que... parecen que de un momento a otro empezan a moverse.

Un beso

Anónimo dijo...

emocionante, inquietante, realmente para aplaudir de pie!!! Sublime!! y todavia falta el final, no tengo palabras...

Anónimo dijo...

Gente!

Meto el final en el horno, en unas dos horitas estará cocinado, así que a partir de este momento

NO DEJEN MÁS PALABRAS!

ya que no aparecerán en la historia

aprovecho para desmentir las versiones que afriman que el final se proyectará en vivo en el Gran Rex...

Se leerá acá, como siempre

Paula Daiana dijo...

Nunca nadie se puede arrepentir de semejante aventura. Excelentes los acertijos, todos!
...Será que resultó traicionero?, sigo leyendo que ya casi me los termino...