jueves, 9 de octubre de 2008

Nueve



Varias cosas más se fueron develando con el correr de los días. En primer lugar, Victorio al fin había podido dilucidar el secreto de la carta: al parecer, cada piedra se encontraría junto con una pista que guiaría hacia la siguiente. No tuvo más que volver a revisar el alhajero en donde había encontrado la primera piedra para descubrir allí un compartimiento secreto, detrás de la tela del fondo, con un minúsculo papel que decía algo sobre las caídas, el agua y la oftalmología. No tardamos en darnos cuenta que estaba haciendo referencia a las cataratas.

Lo segundo en develarse fueron las largas ausencias de Victorio y en qué había estado empleando su tiempo: lo había pasado en un taller, dándole los toques finales al Cristo Calavera, como había bautizado a su Farline del 78.

Ya teníamos vehículo y destino, así que la mañana de un martes partimos hacia nuevos rumbos. Siempre me gustó salir a la ruta de madrugada, cuando aún no salió el sol, tomando mates espumosos y calientitos. La radio local hacia mezclas de pueblo, con un particular prorrateo de canciones: David Bowie, León Greco, Queen, la Sole, The Cure y desconocidas bandas de la región.

Aproximadamente a las dos de la tarde estábamos entrando en Corrientes, donde paramos en una parrilla a almorzar.

- Me encantan las achuras, ¿a usted? En especial el riñón y los chinchulines…

- A mí también, pero dejé de comerlas hace años… debo bajar el nivel de triglicéridos…

- Claro, entiendo… ¿Y cómo anda de los coprolitos?

- Joven, ¡estoy comiendo! ¿O pensás que soy propenso a la coprofagia?

- No sé, usted es tan raro…

Luego del almuerzo, el cigarrillo correspondiente y de allí de vuelta a la ruta. El viaje era tan largo que nos habíamos puesto de acuerdo en ir alternando el volante, así es que manejé ese tramo yo, mientras Victorio se echaba descansar.

Ya era bastante tarde cuando decidimos parar en Posadas. No tenía sentido continuar manejando durante toda la noche, y la verdad era que estábamos muy cansados. Buscamos un hotel “limpio y barato”, como le gustaba decir a Victorio. Nos atendió doña Adelfa, la dueña del lugar y nos dio la única habitación disponible: sin baño y con una cama matrimonial.

Mi compañero no tardó en dormirse. Después de una ducha decidí salir a dar unas vueltas por el centro, pero a esa hora y en día de semana estaba todo cerrado. Al regresar al hotel encontré a un chico con cara de indio y flequillo de flogger fumando opio en la puerta. No suelo ser muy sociable, pero la verdad es que hacía mucho que no probaba esas cosas.

- ¿Se consigue fácil esto acá? –Pregunté, mientras daba una interesante bocanada.

- Como en todos lados, supongo… ¿hacia dónde viajan?

- A las cataratas…

Pasé el faso mientras largaba el humo. Damián, tal era el nombre del pibe, que resultó ser el hijo de Adelfa, lo volvió a encender con un fósforo.

- Claro, como todos. Nadie viene a Posadas como un fin, todos la utilizan como medio…

No supe qué contestar. Me limité a sonreír. Mientras me devolvía el cigarro, me hizo la siguiente pregunta:

- ¿Vos entendés qué pasa con la Bolsa? ¿Cuál es el quilombo?

- Ni idea…

- Porque yo estaba pensando, hay algo que no entiendo… ¿Quién se beneficia? Porque alguien se tiene que estar quedando con toda la torta…

- ¿Sabés que no lo había pensado?

Devolví el purrete. Mi amigo lo saboreó un poco antes de continuar:

- Porque con un huracán o una inundación, bueno, nadie se beneficia, son cosas naturales… pero con esta catástrofe social, si alguien pierde es porque otros ganan, ¿no? ¿A dónde va la plata si no?

- Es que no sé si hay plata, creo que son todos papelitos…

- Pero igual, no tiene sentido que todos pierdan… si fuera así, se eliminaría el problema y listo. Como si una máquina creada no cumpliera con su función ¡Pum! La eliminamos…

Le di el último soplete a la colilla malgastada. Ambos nos quedamos un rato en silencio (¿Media hora? ¿Una? ¿Diez minutos?) mirando las estrellas.

- Bueno compañero, me voy a dormir, mañana hay que seguir viajando.

- Chau amigo, que duerman bien los tres en esa camita…

-¿Tres? No, somos dos nomás.

-Ah, ¿ese que está ahí no venía con ustedes?

Algo se movió entre las sombras.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

muuuuuuuyyyyyyyyyyyyyy bueno, apasionante!! Hoy no me toca dejar palabras, solo halagos... y besos!! (tu fan nº 1)

Duquesa de Katmandu dijo...

Será lo que se mueve entre las sombras...
a) un OVNI
b) un TELETUBBI
c) una MUÑECA INFLABLE?
(elija uno)

Atrapante (del verbo atrapar),

Beso,

Paula Daiana dijo...

Hermoso el Cristo Calavera... como el final de su historia, parto a dormir, mañana continúo con 10 más!
Buen comienzo de semana!
Besosss!