
El gobierno de ningún país es fácil, y mucho menos el de uno con las características de Eutravia. Su administración estaba regida por una dictadura. Y el mariscal Von Ito, como todo buen dictador, se había colocado a sí mismo en el poder, justo el mismo día en el que comenzó su dictamen (el pueblo había hecho lo mismo años atrás, cuando proclamó la democracia, luego de que el rey abdicara al trono de una monarquía que él mismo había comenzado, ya que, quien tiene el gobierno, es quien manda).
Pese a lo que cualquiera pudiera llegar a pensar, no es fácil ser un dictador. Hay muchas decisiones que tomar (en realidad, todas). Los mandatos de Von Ito no sólo afectaban a la política y la economía vernácula, sino también a la justicia, la cultura, la natalidad, el clima, la vialidad, la flora, la fauna y demás cosas importantes que un país debe tener en cuenta.
Perfeccionista al límite, Von Ito pretendía regular cada ciclo como si de una maquinaria de relojería se tratara. No importaba si era social o natural, todo cambio debía ser esperado, anticipado, soportado y archivado. Por ejemplo, por un decreto de necesidad y urgencia toda mujer debía menstruar el día 15 de cada mes. Si para esa fecha no había bajado su fluido carmesí, era inmediatamente considera “embarazada”. Cuando finalmente el asunto concurría, se lo catalogaba como un “embarazo perdido” y problema solucionado. Demás está decir que Eutravia es el país con mayor tasa de embarazos perdidos del mundo.
En cuanto al tiempo, la cosa era clara: si hacía frío era invierno y si hacía calor era verano. Von Into creía que era una “innecesaria duplicación de la realidad” tener dos nombres para el clima templado, así es que si estaba más o menos lindo era “primaño”, híbrido de primavera y otoño (aunque algunos preferían llamarla “otovera”). Las estaciones en Eutravia se sucedían de forma aleatoria, haciendo un poco menos advertible la sensación de circular repetición del tiempo. El problema era cuando uno quería tomarse sus merecidas vacaciones de verano, ya que nunca sabía si duraban dos días o sesenta.
La división diaria era sencilla: si había luz era de día y si estaba oscuro era de noche. Como por ley se trabajaba sólo de día, hubo inviernos (o, mejor dicho, “días invernales”), donde la gente trabajaba pocas horas, mas eran compensados por veranos donde alguien podía atarearse más de doce.
Amante de la dialéctica, Von Ito había confeccionado las vías del ferrocarril en la clásica división de Porfirio: de este modo no había dos líneas iguales ni paralelas y todas terminaban en estaciones diferentes, aunque convergían en una única central de la cual todas manaban en tradicional degradación platónica.
Por otra parte, los animales y las plantas eran catalogados en géneros y especies, y cuando se encontraba alguno que no respondía a ninguna clasificación simplemente se lo consideraba una piedra o se lo eliminaba, dependiendo de su tamaño y movimiento. Con un fuerte inductivismo de base, sólo después de varios casos de presencia de un mismo ser inclasificable se constituía una nueva clase, donde los taxónomos eran los encargados de ponerle nombre, en los días en que no manejaban sus taxis.
En fin, esta es sólo una pequeña muestra del gobierno de la bella y querida Eutravia, nación rica en credos, honores y otras falacias.
Pese a lo que cualquiera pudiera llegar a pensar, no es fácil ser un dictador. Hay muchas decisiones que tomar (en realidad, todas). Los mandatos de Von Ito no sólo afectaban a la política y la economía vernácula, sino también a la justicia, la cultura, la natalidad, el clima, la vialidad, la flora, la fauna y demás cosas importantes que un país debe tener en cuenta.
Perfeccionista al límite, Von Ito pretendía regular cada ciclo como si de una maquinaria de relojería se tratara. No importaba si era social o natural, todo cambio debía ser esperado, anticipado, soportado y archivado. Por ejemplo, por un decreto de necesidad y urgencia toda mujer debía menstruar el día 15 de cada mes. Si para esa fecha no había bajado su fluido carmesí, era inmediatamente considera “embarazada”. Cuando finalmente el asunto concurría, se lo catalogaba como un “embarazo perdido” y problema solucionado. Demás está decir que Eutravia es el país con mayor tasa de embarazos perdidos del mundo.
En cuanto al tiempo, la cosa era clara: si hacía frío era invierno y si hacía calor era verano. Von Into creía que era una “innecesaria duplicación de la realidad” tener dos nombres para el clima templado, así es que si estaba más o menos lindo era “primaño”, híbrido de primavera y otoño (aunque algunos preferían llamarla “otovera”). Las estaciones en Eutravia se sucedían de forma aleatoria, haciendo un poco menos advertible la sensación de circular repetición del tiempo. El problema era cuando uno quería tomarse sus merecidas vacaciones de verano, ya que nunca sabía si duraban dos días o sesenta.
La división diaria era sencilla: si había luz era de día y si estaba oscuro era de noche. Como por ley se trabajaba sólo de día, hubo inviernos (o, mejor dicho, “días invernales”), donde la gente trabajaba pocas horas, mas eran compensados por veranos donde alguien podía atarearse más de doce.
Amante de la dialéctica, Von Ito había confeccionado las vías del ferrocarril en la clásica división de Porfirio: de este modo no había dos líneas iguales ni paralelas y todas terminaban en estaciones diferentes, aunque convergían en una única central de la cual todas manaban en tradicional degradación platónica.
Por otra parte, los animales y las plantas eran catalogados en géneros y especies, y cuando se encontraba alguno que no respondía a ninguna clasificación simplemente se lo consideraba una piedra o se lo eliminaba, dependiendo de su tamaño y movimiento. Con un fuerte inductivismo de base, sólo después de varios casos de presencia de un mismo ser inclasificable se constituía una nueva clase, donde los taxónomos eran los encargados de ponerle nombre, en los días en que no manejaban sus taxis.
En fin, esta es sólo una pequeña muestra del gobierno de la bella y querida Eutravia, nación rica en credos, honores y otras falacias.