miércoles, 15 de junio de 2011

Refutando el Eclesiastés



Dicen que no hay nada nuevo bajo el Sol. Dicen que todo ya ha sido inventado, que las cosas retornan eternamente en lo mismo y que el tiempo es circular.

El hombre, al parecer, es el único ser que tropieza dos veces con la misma piedra y convierte su vida en una calesita, en el trilema de Münchhausen e intenta sacarse a sí mismo del pantano tirando de sus propios cabellos.

Quizás haya algo cierto en todo eso. Mas, en ciertas ocasiones se puede salir del círculo. Tal vez haya una manera, un camino, que como un rayo divide tu vida en un antes de y un después de. Puede que sea un hecho, un sueño, un proyecto o simplemente una persona.

Entonces se aprende algo nuevo. Se deja de sacar la carta de vuelve al punto de partida y se comienza a avanzar realmente. Se corta la cadena infinita, el círculo se escapa por la tangente y el pantano se hace fértil y se llena de flores.

En ese momento uno comprende la importancia de lo implícito sobre lo explícito, de la mirada sobre la palabra, de lo esencial sobre lo superficial, de lo que realmente importa sobre las nimiedades cotidianas.

Parece trillado, lo obvio, pero suele ser lo más difícil, lo menos evidente. A veces algo es tan grande y estamos tan cerca que simplemente no lo vemos. Pero si nos alejamos un poco comprendemos el modo simple y sincero de encarar las cosas.

Y ahí es cuando uno comienza a crecer.