viernes, 26 de noviembre de 2010

Cristales rotos


Hombre sentado en banco de plaza. Noche. La luz del farol ilumina su sombrero. Pasa distraídamente las hojas de un libro. Un segundo sujeto entra en escena y se sienta a su lado.

-Linda noche para leer.
-Lo sería si pudiera concentrarme.
-¿Qué sucede?
-Mis personalidades, no puedo con ellas. Se desdoblan como ramas genealógicas. Si tan sólo pudiera… usted me entenderá.
-Los cristales rotos…
-Espejos… espejos que reflejan cada gama de mi ser. Allí están las penurias del hombre solitario, la felicidad del imbécil, la soberbia del genio y la paz del ignorante. No logro controlarlas: todas juntas beben un café.
-Entiendo perfectamente. Cuando se pierde la armonía cualquiera cree estar en Babia.
-Es que no es de equilibrio de lo que hablo, sino de madurez. Iniquidades malgastadas en pleitos sin sentido. Uno se siente como un miserable partido en dos. He leído los Cinco Libros Canónicos Chinos, La Biblia, el Corán, el Bhagavad Gita, la Torá. Hasta el Libro Tibetano de los Muertos, y en ninguno encontré más que falacias. Dice Pablo en la Carta a los Efesios: “Así deben también los maridos amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos: amar a la esposa es amarse a sí mismo”, pero, ¿ha visto usted algo más egoísta que el amor?
-Prosiga.
-Se lee en el Corán: “Quienes deseen que se extienda entre los creyentes, tendrán un castigo doloroso en la vida de acá y en la otra. Dios sabe, mientras que vosotros no sabéis”. ¿Acaso la ignorancia misma no causa dolor? ¿Y qué me dice de esta frase del Chu-King: “No ataquéis al enemigo más de cuatro, cinco, seis o siete veces sin deteneros y formar de nuevo vuestras filas. ¡Ánimo, bravos guerreros!”. Como si la venganza no fuera un plato que siempre cae pesado.
-Entiendo el punto, pero no crea que…
-¡Es más! ¿No está escrito en el Bardo Thodol “Los que cazan a los espíritus santificados y se apoderan de las Sombras de los muertos; los que devoran la carne cruda y se hartan de podredumbre, mientras sus ojos espían, para que nada en la Tierra escape a su vigilancia…”?, como si la muerte fuera el final de las cosas. Ya lo dice el Bhagavad Gita: “Tú te has perturbado y confundido al ver este horrible aspecto mío. Que ahora se acabe. Devoto Mío, queda libre de nuevo de toda perturbación. Con la mente tranquila puedes ver ahora la forma que deseas”. Nada es definitivo, todo cambia.
-Dígamelo a mí, que soy pura espuma.
-Ni siquiera en el Antiguo Testamento encontré una salida: “Y cuando se vean oprimidos y pidan socorro a Yavé, éste les mandará un salvador que los defenderá y los libertará”. Pero la libertad, amigo mío, me suena más a condena que a utopía… Mas, ¡un momento! ¿No será usted mi libertador?
-Eso he tratado de decirle, estimado: yo soy usted.
-Perdón, no lo había reconocido. ¿Acaso viene del futuro? ¿O del pasado? No, si es así lo recodaría, ¿verdad?
-La verdad no se encuentra en ningún libro, no malgaste su tiempo. Viva, libere su imaginación, duerma, coma y beba, no hay más.
-Pero, ¿no dijo que usted era yo?
-Metafóricamente. Los cristales rotos del infinito provocado por la unión de dos espejos, las extremidades acéfalas de una sola célula multiplicada y dividida. El yo es la mentira metafísica moderna que olvida el origen único y la única verdad: todos somos todo y la felicidad no es más que el nombre humano que le damos a armonía, el tiempo el modo limitado de entender la eternidad, la individualidad una etiqueta específica que se suma a los universales. Que tenga buenas noches.

Mutis por el foro. El hombre sentado vuelve a abrir su libro y continúa leyendo. Por el horizonte asoma el sol, dando muerte a las sombras con su espada de fuego.
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Nuevo Testamento: Efesios 5, 28
Corán: Sura 24, 19.
Chu-King: Capítulo II, 8.
Bardo Thodol: capítulo CXLIX, Décimo Iat.
Bhagavad Gita: Capítulo 11, texto 49.
Antiguo Testamento: Isaías 19, 20.

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