lunes, 24 de octubre de 2011

Ese estúpido instinto [1/7]


El palo con punta afilada vuela y se clava contra el tronco de una palmera. Un joven se acerca y lo saca de un tirón. Toma carrera y vuelve a lanzarlo, aún con más fuerza.

Practica puntería. La caza y la pesca han sido sus únicas fuentes de alimentación. Un arroyo, una montaña y miles de árboles, su hogar. Tardó en descubrir cómo hacer fuego, nunca había sido bueno para esas cosas prácticas, pero la necesidad de supervivencia lo lleva a un hombre a superar sus más encarnadas limitaciones.

Porta barba larga y despeinada, haciendo juego con sus cabellos, algo sucios. Viste sólo lo que alguna vez había sido un pantalón de traje, ahora hecho jirones a la altura de las rodillas. El clima es cálido, no necesita más abrigo. Aunque por las noches prefiere taparse con una manta improvisada, más que por frío, por protección.

Está solo. No necesita seguir ninguna norma de conducta, hace tiempo que las palabras bien y mal han perdido sentido para él. Sin embargo, sin saber por qué, insiste en mantener puesto su sombrero. De alguna manera siente que ese raído accesorio, que alguna vez había sido blanco, lo mantiene cuerdo, como si fuera el último rastro perdido de su identidad.

Cada atardecer reflexiona en soledad. Mira el sol caer y se pregunta qué sentido tiene esa belleza si no tiene con quien compartirla. Se siente atrapado en un círculo donde todos los días son iguales y nada de lo que hace parece tener significado: cazar, comer, dormir… ¿Para qué? Sólo para mantenerse con vida. Ese estúpido instinto de autoconservación tan humano…

Algo se mueve entre los arbustos. Una figura blanca, pequeña. Es hora de volver a responder a las pulsiones animales de un mamífero carnívoro.

Toma la lanza, se acerca lentamente y la arroja con fuerza. Espera. Falló, el roedor se vuelve a mover: es un conejo blanco que se apoya sobre sus patas traseras.

Lentamente se estira y toma una piedra, vuelve a apuntar esperando no volver a fallar…

-¡Pará un poco! ¿Querés matarme?
-¿Un conejo que habla?

El hombre se sorprende al volver a escuchar su propia voz casi tanto como al oír la del conejo.

-¿Qué esperabas? ¿A un gordo vestido de rojo trayendo regalos?

Un árbol se mueve. El conejo no había venido solo.