martes, 31 de marzo de 2009

Poema Matemático


Nota obviable:

Nunca antes ojos mortales han tenido la posibilidad de apreciar en forma tan directa el siguiente material. Estrenado y siempre recitado en cuanta feria de moda y ciclo de arte se realizara en el Cono Sur (acompañado por las cuerdas mágicas de mi amigo el Turco Aloy), el Poema Matemático nunca ha sido publicado en ningún medio, ya sea gráfico, virtual, o petroglífico.

Las vanas difamaciones de un ser místico e imaginario que se hace llamar “El Oso” (demás sería recordar que fue el flamante ganador de El Juego del Capitán ®, por eso no lo haré) me obligan a abrir los cajones de las letanías impuras y desempolvar la susodicha poesía.

Os pido por favor que imaginéis mi voz y lo leáis con los ojos cerrados, si eso fuera posible:



Dicen que Pitágoras, al igual que Sócrates, Jesús y María Marta Serralima, nunca escribió nada. Sin embargo, los filólogos especialistas en pavadas de la Universidad de Chanfles le han adjudicado recientemente el siguiente poema que, a falta de un título mejor y de imaginación creativa, le han otorgado el original nombre de Poema Matemático:



Poema Matemático

Hoy la tengo semirrecta
un segmento nada más.
Pero con el poder de tus curvas
se hará recta, ya verás

Tus ojos, bellos cosenos
que seducen a la gente.
Pero más lindos son tu senos
voy a meter mi tangente

En extraños logaritmos
solés ir a festejar:
a vos te gusta hacerlo cubo
yo lo prefiero de a par

Siempre cambiamos de plano
buscando el ángulo correcto
a vos te gusta el agudo
yo prefiero tu recto

Adoro tu figura
como encajan nuestros cuerpos.
Tus esferas, ¡qué hermosura!
Mi cilindro está despierto

De las fracciones estoy harto
los octavos me dan tedio
cuando vayamos para el cuarto
te voy a partir al medio

Mi amor tiende al infinito
nuestra simetría es bilateral
tu vector se traslada
hacia mi raíz perpendicular

¡Las funciones trigonométricas,
derivadas e integrales,
por un beso tuyo memorizo
hasta el teorema de Thales!

Y cuando estemos paralelos
como líneas inconclusas
vos abrí tus catetos
ahí viene mi hipotenusa


(Telón)



[Archivo 2006]

viernes, 27 de marzo de 2009

Oda del Rey, la Reina, el Juglar y los cien versos volando



I

¡Oh Musas, inspiradme!
Porque voy a cantar
la historia del Rey, el Juglar,
la Reina y los cien versos
que requieren esfuerzos
de mi voluntad y osadía.
Y si empiezo de día
tal vez termine al alba
por eso canto con calma
¡Oh Musas, ayudadme!

II

La historia comenzó
una tarde de verano
en la que tomados de la mano
los reyes pasearon.
La Reina lo notó
cuando bajo el árbol descansaron:
un Juglar con su cítara
se acercaba paso a paso
¡Oh Juglar, regálanos tu lírica!
Ordenó el Rey con su brazo.

III

El músico se acercó
sabiendo lo que vendría
pero si el Rey lo pedía
era palabra sagrada.
Así fue que entonó
y haciendo una reverencia
con sus cuerdas jugó
inspirado por Thalía.
Sonrió con solvencia
evitando los ojos de su amada.

IV

“Que cante pide mi Rey
y es lo que voy a hacer
porque su deseo es ley.
Mas quizás no le plazca
saber la historia de un monarca
que por grande que fuera su arca
no hace feliz a su mujer
ni logra que el amor nazca,
aunque caminen de la mano.
Triste destino el del soberano”.

V

El Rey, confundido
quiso saber más sobre aquel cuento.
Mientras escuchaba no notaba
de qué iba el desatino
ni que la Reina, como en su nido
a su lado temblaba.
“Digo la verdad, no le miento,
no quisiera estar en sus botas.
Realmente triste fue el destino
del Rey de las Marmotas”.

VI

“La Reina lo ha abandonado,
ha huido con su amante.
Pero el Rey juró venganza
por sentirse humillado
al haberse enterado
bajo un árbol, descansando,
que lo estaban engañando
ya que fue el mismísimo tunante
quien con vana esperanza
la historia le ha cantado”.

VII

Al ser partícipe del final
el Rey, atando cabos,
miró hacia ambos lados
descubriendo lágrimas en su dama
y una sonrisa en el bribón.
Irguiéndose como una flama
apuntó con su espada
al causante de su mal
“¿Es cierta esta canción?”
Preguntó furioso a su amada.

VIII

Su rostro palideció
sus párpados se cerraron.
“Es cierta la oda
que el bardo recitó
acerca de dos que se amaron.
No te amo, ni te amé
ni siquiera en nuestra boda
Donde conocí a este Juglar
y enamorándome de su cantar
a su cuerpo me entregué”.

IX

El Rey, enfurecido
arma en mano increpó
al culpable de su desgracia.
El artista, resignado,
en el suelo se arrodilló:
“Matadme, si lo habéis decidido:
no voy a dejar a quien he amado”.
Pero cuando el Rey avanzó
la Reina se adelantó con su gracia
y su corazón al hierro ofreció.

X

¡Gracias Musas, por haberme ayudado
a cantar la suerte del Juglar
que hoy encerrado espera
de sus días el final
mientras recita al tribunal
por qué ha sido condenado!
El desdichado se esmera,
en su pecho arde una llama,
al saber que volverá a amar
en la otra vida a su dama.

martes, 24 de marzo de 2009

Voy a vos



Desde acá puedo observar bien la sala: una madre solloza desesperada junto al lecho. No puedo imaginar lo que debe sentirse al estar a punto de perder los frutos de tu vientre.

A mi lado yace mi hermano. Vicioso empedernido, fumador de todo lo que se cruce en su camino, sus pulmones se fueron oscureciendo como dos noches sin luna. Sin embargo, es su corazón el que falla en este momento. Es una bomba de tiempo a punto no de estallar, mas sí de detenerse.

El cuerpo, semidestrozado, descansa sobre un colchón de plumas. El accidente fue terrible, pero no fatal. O al menos eso es discutible. Una pierna imaginaria duele en la ausencia de una máquina que ya no siente. The ghost in the shell. Tubos cuelgan de aquí para allá, entrando y saliendo por la carne, llevando líquidos para mantener con vida a un rostro inerte e imberbe.

En el medio una madre llora, sabiendo que debe tomar una decisión horrible. Como en un truco mortal de la vida, esta vez uno por uno no era negocio.

El cuerpo. La cama. El cuerpo. La cama. La madre que ya no llora. Los tubos, los líquidos, la sangre. La mesa de luz, las pastillas para vivir y para no sentir. La decisión final.

Dáselo, mamá. Dale mi corazón a mi hermano. Mi cerebro está muerto, yo ya no siento. Él aún puede salvarse. Si tan sólo pudieras escucharme…

Él podría vivir y yo sería libre.

sábado, 21 de marzo de 2009

Las aventuras de Rocambole. Hoy: decisiones, fronteras y paradojas



Rocambole no es exactamente lo que se dice un indeciso. Simplemente que antes de elegir una cosa prefiere conocer todas las opciones disponibles. Lo que hace que, muchas veces, el tomar una decisión le lleve un tiempo considerable.

Por ejemplo, al ir de compras jamás se decide por lo primero que ve y le gusta: “tal vez pueda haber algo mejor en otro lado”, piensa. Y sigue buscando. Muchas veces descubre que, finalmente y luego de revisar todas las opciones, la que más le gustaba era la primera, y vuelve a por ella..

Eso, claro está, cuando tiene la posibilidad de conocerlas todas. El problema es cuando esta posibilidad no existe, o, si existe, llevaría demasiado tiempo. En ese caso la búsqueda se torna infinita y la decisión en cuestión jamás llega.

Rocambole lucha por evitar que eso le suceda en los aspectos importantes de la vida. “¿Por qué quedarme con esta mujer, si tal vez pueda conocer otra mejor?”. Trata de eliminar esta forma de pensar de su cabeza. Aunque reconoce que decidirse por una cosa es privarse de la posibilidad de conocer todas las demás.

¿Acaso trata a las mujeres como cosas? Tal vez el de las féminas no haya sido el mejor ejemplo.

Otra cosa que abruma su pensamiento es la relatividad de las fronteras. Cuando alguien salta con cosas pueriles como “Yo no escucho música en inglés porque soy nacionalista” a él se le ponen los cabellos de punta. Porque, ¿qué es una nación más que un pedazo de tierra ubicado dentro de líneas imaginarias y arbitrarias? Se le podrá objetar que una Nación es un conjunto de valores, hábitos, costumbres, sentimientos comunes y todas esas cosas que se enseñan en el colegio cuando se la quiere diferenciar de un Estado. Sin embargo, todo ese conjunto no es menos relativo y arbitrario que las líneas que supuestamente lo divide de los demás.

Internamente, existen miles de diferencias dentro de una misma nación según el sector geográfico, social, cultural, económico al que se pertenezca. Externamente, pueden existir más hábitos, costumbres, sentimientos compartidos entre dos músicos de diferentes países que entre un economista y un sacerdote de un mismo país. Todo depende desde dónde se lo mire.

Por último, Rocambole adora las paradojas. Recordando la conocida Paradoja de Russell, según la cual:

"Si R es el conjunto de todos los conjuntos que no pertenecen a sí mismos, ¿R pertenece a R?"

Si pertenece, entonces no puede pertenecer (porque pertenecería a sí mismo)

Si no pertenece, entonces debería pertenecer (porque sería un conjunto que no pertenecería a sí mismo)

Rocambole propone la siguiente:

"¿Puede existir un intento de intento?"

Si es un intento de algo, es porque no lo logró, por lo tanto no es ese algo (o sea no es un intento)

Pero si lo logró (es decir, si logró ser un intento), deja de ser un intento

Sin embargo, Rocambole es menos rebuscado de lo que parece. Le gusta definirse como un tipo “complicadamente simple”.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Cosas de Linares






domingo, 15 de marzo de 2009

The Knight In The Night


Alone in the night
Is walking the knight
He is carrying his sword
And suffering from his love
His armor is his skin
And his enemy was the King
He has killed him
Yet, he has also lost the Queen
She has broken his hearth
And his soul has became dark
Now he is feeling so sad
Miserable, mad, crazy
But if I were him
I would not feel badly
Because I would win the round
I would not walk around
However, the sun is rising
And the tears of time are flying
Now, the night is leaving
And the hurt of fate
Is bleeding

jueves, 12 de marzo de 2009

Café Lluvia Poesía Palabras



Llueve. K apura el paso esquivando las baldosas flojas. “Que me vengan ahora los poetas esos a decir que la lluvia es hermosa”, piensa mientras el pantalón mojado se pega a sus piernas. Con los rizos lacios colgando de agua sobre su frente, abre la puerta del bar Albatros. Se sienta en la mesa de siempre, la que está cerca del enchufe en la pared, porque la batería de su vieja notebook hace ya tiempo que luce su mortaja.

Pide un cortado en jarrito para paliar el frío y comienza a teclear:

“Podría escribir los versos más mersas esta noche. Podría escribirte unas líneas soeces y pueriles:

Hago contacto con las partes de tu cuerpo que te hacen mujer
Y vos buscas lo que hizo que la partera gritara "varón" cuando me vio nacer
(Y lo confirmara 20 años después)



Podría quitarle el sentido, la ética, la estética, pero seguiría siendo poesía. Sin embargo, no podría quitarle la rima.

Poesía sin rima. Claro, ahora cualquier cosa es poesía:

parecen simplemente
pequeñas frases animadas
por la gracia cibernética y nefasta
de un enter dado en el lugar
indicado


Cualquiera puede hacer eso. En cambio, en la rima está la esencia, la gracia y el desafío de la poesía. Dos ejemplos improvisados bastaran como muestra:

Poesía arrimática:

flores de fuego
que dilatan su alegria
en pavores metafísicos
giran mi alma
y la hacen girones


Ahora la misma poesía, pero con rima:

flores de fuego
que dilatan su alegria
destilan mi agonía
y ofuscan mi ruego
en pavores metafísicos
aturden la calma
como vanos gorriones
que en sus vuelos específicos
giran mi alma
y la hacen girones


La diferencia es definitivamente notoria”.

K hace una pausa y bebe un sorbo de café. Toma una servilleta de papel y se limpia la espuma del bigote.

“Estos fragmentos completos fueron realizados durante una sesión de chat, en tiempo real. Nótese el don de la improvisación que me fue otorgado. Pequeña virtud que se compensa con una cascada de defectos”.

Da otro trago. Se arrepiente de la última frase y la cambia por la siguiente:

“Disculpen lo burdo del modelo: no tuve tiempo de pintarlo ni de hacerlo a escala”.

Se detiene una vez más, observa a una señorita que se sienta por ahí con el cabello despeinado, como a él le gusta. Continúa:

“Por otra parte, imagino que las personas que trabajan inventando los vocablos que aparecen en la “verificación de la palabra” de los blogs se deben morir de risa. Recuerdo haber tenido que tipear cosas como PUTOSAN, PROTOCULU, FIESTIN, WARLANGA y CERDOBOL”.

No puede evitar una sonrisa mientras escribe. Termina el cortado y se pregunta por qué no pidió también unas medialunas.

martes, 10 de marzo de 2009

El Juego del Capitán (¡FINALE!)


Bueno, Diógenes, tendremos que pensar el asuntito detenidamente. Si me llegara a equivocar en algún paso… bueno, de todos modos acabo de conocerla, tampoco tengo que preocuparme tanto por lo que le pase… ¡No Diógenes! ¿Qué estás diciendo? Mmmm, a ver…

Comienzo llenando el balde de cinco litros, paso tres al otro y me quedo con dos litros. Ahora vacío el de tres, paso los dos litros ahí y vuelvo a llenar el de cinco. Bien, ahora sólo basta pasar un litro al de tres, ¡y me quedaron cuatro en el de cinco!

Con cuidado lo apoyo sobre la plataforma. La piedra se hunde, escucho el latigazo de una soga al cortarse y el grito de una mujer. ¿Lo habré hecho bien?

Doy la vuelta rápidamente y allí está Mariana, sana y salva, pero algo golpeada por la caída sobre la tierra plana.

- Bueno, veo que salió todo bien. ¡Ahora debo ir a detener a Capitán!
- Esperá, yo voy con vos.
- ¿Estás loca? No quiero volver a ponerte en peligro. Mejor voy solo.
- Diógenes, desde acá te perderías en la selva y tardarías horas en llegar a la Cámara del Tesoro. Yo conozco un atajo, me necesitás.
- Buen punto. De acuerdo, vamos juntos entonces.
- Si primero me desataras sería de gran ayuda…

Nos introducimos en la selva. Mariana me lleva rápidamente entre los árboles, como si los conociera de toda la vida.

- De hecho los conozco de toda la vida.
- ¡Mariana! No interrumpas mis pensamientos.
- Perdón.

Decía que atravesamos fácilmente los arbustos y llegamos a la Cámara. Sin embargo no hay rastros de Capitán. ¿Habría entrado? Le digo a mi compañera que espere junto a las plantas mientras me introduzco en el edificio de piedra. Una vez más lo encuentro vacío. Las imágenes en la pared habían sido retiradas. La puerta que baja hacia la cueva está cerrada. ¿Capitán la habría descubierto?

De pronto un nuevo grito de mujer me saca de mis cavilaciones. Salgo de la Cámara y encuentro a Capitán tomando del cuello desde atrás a Mariana. En su otra mano lleva su pluma. La filosa punta está muy cerca del ojo derecho de la chica.

- ¡Basta de juegos! ¡Ya mismo van a decirme dónde escondieron ese maldito tesoro!
- Si llegás a tocarle un solo pelo…
- ¡Te lo advierto, Mastreta! Dame el tesoro o le arrancaré los ojos.

-¡Tomá, Diógenes!

Una voz conocida distrae nuestra atención: Manuel Palmas aparece desde la otra punta y me pasa el largo cuchillo de Polifemo. Lo abarajo en el aire y le dirijo una mirada desafiante al hombre del saco azul sin manga.

Mariana aprovecha el momento de distracción y le pega un codazo en el estómago. Vislumbro mi oportunidad y no lo dudo: lanzo con todas mis fuerzas y mi mejor puntería el frío metal contra Capitán. Sin embargo éste estira el brazo y golpea el cuchillo con su pluma, partiéndolo en dos.

- ¡Vaya! Parece que la pluma es más fuerte que la espada…
- ¡Diantres! Sabía que debí haber tomado SU pluma en el bar. Alguien lo había dicho en uno de los comentarios…

Capitán mira a Mariana, que sigue muy cerca de él.

- Bueno, mi querido marinerito, como veo que no querés colaborar, voy a tener que empezar quitándole un ojito a esta bella dama. A ver querida…

¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAARRRRRRGGGGGGGHHHHHHHHHH!!!!!!

Una punta de madera atraviesa de lado a lado el pecho de Capitán. Esta vez sí hay sangre. La punta desaparece hacia atrás, introduciéndose por el hueco en el torso del mismo misterioso modo en que había aparecido. Capitán cae hacia delante, dejando ver a una robusta silueta detrás, entre los árboles.

- ¡Oso de Mar! ¡Usted también ha venido!

El Oso da un paso hacia delante dejando ver su pata de palo bañada en sangre.

- Hola Mastreta. ¿Éste era el tal Capitán por el que me preguntabas, no? Ya lo recuerdo, me caía mal. Jamás pagó el arreglo de su bote. Y yo tengo una política muy exigente con respeto al trabajo.
- Este, sí, ya veo… ¡Me alegro de verlos, muchachos! ¿Ahora van a decirme qué hacen en esta isla? ¡Ah, ya lo sé! Se habían quedado preocupados por mí y vinieron a rescatarme, ¿verdad?
- Bueno, en realidad vine a buscar a Jaimovich, estaba preocupado por él. Yo le pagué al Oso para que me trajera en uno de sus barcos.
- Ah, comprendo. ¿Y dónde está el mono ahora?
- Oh, es triste para mí aceptarlo, pero él conoció acá a una comunidad de simios, y creo que se quiere quedar. Lo voy a extrañar, pero si es lo mejor para él…

El señor Palmas no puede terminar la frase: un llanto repentino lo obliga a llevarse el garfio a la cara. El Oso le apoya una mano sobre el hombro.

Dirijo mi mirada hacia Mariana, que se encuentra parada observándolo todo.

- Oh, perdón mi falta de cortesía, ¿estás bien?
- Ya era hora de que lo preguntaras.
- Mariana, ellos son Manuel Palmas y el Oso de Mar, los conocí en la isla Calamar. Muchachos, ella es la única sobreviviente de esta isla. Bien, ya es hora de partir, ¿no? A propósito, ¿cómo llegaron hasta aquí, si Polifemo les había quitado todas las brújulas?
- Muy simple: desarmé el micrófono que tenía en el Baúl de los Objetos Perdidos, le saqué el imán y con las agujas del reloj pulsera creé una brújula.
- Muy ingenioso de su parte, Manuel.
- Oh, fue idea del Oso.

- Y bien Mariana, ¿venís con nosotros? No vas a quedarte sola en esta isla desierta…

Mariana lo piensa por un momento. Sin embargo se da cuenta de que no hay mucho que pensar.

- Está bien, los acompaño.

De pronto el Oso de Mar grita:

- ¡Rápido, huyamos! ¡El lugar se está autodestruyendo!
- Oso, ningún lugar se está destruyendo…
- Oh, perdón. Es que es el típico final: matamos al malo, te quedás con la chica, el lugar explota… ya sabés.

Caminamos hacia los botes. Al llegar decidimos la distribución: El Oso irá con Manuel en su bote, llevando la brújula improvisada. Mientras que yo iré con Mariana en el bote de Capitán, utilizando una brújula que el señor Palmas le robó a Polifemo luego de su pelea.

- Una duda, ¿dónde está Polifemo? ¿No piensan abandonarlo en esta isla desierta, verdad?

Palmas y el Oso se miran esbozando una sonrisa. Presiento que nunca más voy a volver a ver al carnicero.

Si fuera omnipresente podría describirles la siguiente escena: el carnicero tuerto atado de pies y manos, colgando sobre unas cañas y piedras filosas. De pronto grita “¡Cuidado, mono idiota! ¿A dónde vas con eso?”. Jaimovich avanza lentamente portando un balde de cinco litros de agua, lleno. Como está muy cansado lo apoya sobre una plataforma de piedra.


Estamos en altamar, el sol está cayendo. El cielo se tiñe de rosa. Mientras remo me pierdo en los ojos de Mariana. Ella es realmente una joya. Eso me recuerda algo…

- Mariana, tengo una pregunta que hacerte… ¿Dónde está el tesoro?
- Mi querido Diógenes, ¿es que no te diste cuenta todavía? El Tesoro lo llevo aquí dentro.

Al decir eso se toca el vientre.

- ¡¿Estás embarazada?!
- No, tonto, lo llevo aquí, en un bolsillo interno.

Mariana extrae una cadena de oro. Me dice que ese adorno fue venerado durante mucho tiempo por su familia y que ella lo rescató cuando se escondió en la cueva. Miro la pieza: es una cadena preciosa con un gran medallón que representa un sol dorado. Al presionarlo escucho un click y el medallón se abre en dos, dejando ver lo siguiente:


Para el Oso, ganado en buena ley. ¡Felicitaciones!

La brisa marina y el reflejo dorado confunden el rostro de Mariana con el de una diosa. Me sorprendo diciéndole:

- Mariana, en la isla a la que vamos hay un bar muy bonito. Estaba pensando que si vos querés, algún día podríamos…
- ¡Ni lo sueñes!



EL JUEGO DEL CAPITÁN ® [2009]

Dedicado a todos los fanáticos enfermos como yo del Monkey Island.
Gracias, muchas gracias a todos por jugar. Sin ustedes del otro lado esto nunca hubiese sido posible.


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- Bueno, al fin terminó.
- Sí, ya era hora de que se ponga a escribir otra cosa. Hace un mes que viene robando con lo mismo.
- ¿Nos vemos comentando otro texto?
- Tal vez, muchachos, tal vez…









¡YA APAGÁ LA COMPUTADORA Y PONETE A HACER ALGO ÚTIL!

domingo, 8 de marzo de 2009

El Juego del Capitán (Décima parte)



- Hola, eh, yo soy Diógenes Mastreta…
- Sí, ya dijiste eso. ¿Cómo llegaste a la isla Calamidad? ¿Qué está pasando allá arriba? Me escondí acá justo cuando el cíclope asesino comenzó a atacarnos.
- Mmm… creo saber de quién estás hablando. Y si lo que pienso es correcto, lo mejor es que huyamos ahora mismo de esta isla. ¡Vamos, tengo un bote afuera!

Subimos a la superficie por otra escalera evitando salir de nuevo al interior de la Cámara del Tesoro. Mariana me guía por un camino entre los árboles para llegar más rápido a la costa. Cuando salimos al fin a la playa logro divisar el bote. Pero no está solo.

- Bien Mastreta, veo que pudiste encontrar algo… ¿Pero dónde está el tesoro?
- Encontré algo mucho más valioso que el oro, mi querido Polifemo… encontré una verdad.
- ¿Qué decís? ¿Pero pudiste abrir la Puerta del Tesoro o no?
- ¿Ah sí que ya sabías acerca de la Puerta? ¿Conocías el enigma de las piedras también? Porque yo escuché algo sobre un “cíclope asesino”…
- ¡Claro idiota! Todo era parte de un plan. ¡Asesiné a todos los habitantes de esta isla! Pero ninguno quiso decirme cómo se abría la Cámara del Tesoro. Necesitábamos a alguien tan inteligente como para resolver el acertijo pero tan idiota como para creerse toda la historia. Y probamos ambas capacidades tuyas en la isla Calamar.
- ¡Gracias por el cumplido! ¿Pero por qué hablás en plural? ¿Quién te ayudó en esto? ¿Tal vez el señor Palmas? ¿Quizás el Oso de Mar? ¿Por eso te dieron las brújulas?
- ¡Ya basta de charla enano! ¡Dame ese tesoro!

Polifemo saca su gran cuchillo de carnicero y se abalanza sobre mí. Por un segundo me veo rebanado a la mitad. Sin embargo el pequeño Jaimovich salta directo a su cabeza y comienza a apretarle el ojo y la nariz. Aprovecho la distracción para gritarle a Mariana que huya, pero alcanzo a ver que ya se encuentra adentrándose en la selva de la mano de Gara-Panalas.

El tuerto se saca de encima a Jaimovich y lo arroja contra el bote. Vuelve a levantar el cuchillo, con su único ojo inyectado en sangre…

- ¡Basta Polifemo! Es hora de que resolvamos viejas cuentas.

La voz proviene desde mis espaldas. Al darme vuelta descubro a Manuel Palmas con su garfio en alto.

- ¡Señor Palmas! ¿Qué hace acá?
- Manuel, menuda sorpresa.
- ¿Pero ustedes no están juntos en esto? ¿De qué viejas cuentas habla?
- La rivalidad entre el carnicero y yo viene desde hace años, mi querido Mastreta.
- Sabía que no se caían bien, pero no pensé que era para tanto.
- ¿Quién te creés que le arrancó el ojo? –Dijo Manuel levanto su nuevo garfio.
- ¿Y quién te creés que le cortó la mano? –Concluyó Polifemo blandiendo su arma.
- ¡Yo me ocupo de él, Mastreta! ¡Vos salvá a tu chica!

¿Mi chica? ¿Por qué de pronto todos me tutean? ¡Un momento! Polifemo acaba de decir que asesinó a todos los habitantes de esta isla. Eso quiere decir que… ¡Ahora lo comprendo! ¡Esperá Mariana, voy por vos!

Lo último que llego a ver es a Manuel deteniendo una embestida de Polifemo con su garfio para luego propinarle un puñetazo en la cara con su brazo bueno.

Entro en la selva justo por donde habían desaparecido Mariana y la anciana. No me cuesta seguir las huellas en la arena de lo que parece ser una persona arrastrando a otra. Cuando salgo por fin a un claro me encuentro a Gara-Panalas de pie sobre una roca. Se escucha el correr de un río a sus espaldas.

- Al fin nos encontramos, mi querida Gara… ¿O debería decir… Capitán?

Capitán arroja la manta al suelo y se saca la peluca. Su barba blanca se mueve al compás de sus palabras:

- Bien hecho Mastreta, sabía que no me desilusionarías. Has llegado a esta isla, has resuelto el acertijo de las piedras y me has descubierto.
- Fue muy fácil: Polifemo estaba en el bar la noche de tu muerte. El cuchillo que tenías clavado era de carnicero, obviamente preparado por él para que parezca que realmente se metía en tu cuerpo. Aunque debo reconocer que cuando apoyé tu sombrero sobre el mango me llamó la atención la ausencia de sangre… El resto del plan ya me lo confesó él. Y cuando dijo que no habían quedado sobrevivientes en la isla todo cerró. Claro que él no tenía en cuenta la presencia de Mariana. ¿A propósito de eso, dónde está ella?
- Felicitaciones, mi buen detective. Ahora dame el tesoro y podrás quedarte con tu chica.
- ¡Nada de eso! ¡Primero Mariana! ¿Dónde está?
- ¿Cómo, no la has visto aún?

Capitán da un paso hacia el costado y señala hacia el fondo del claro. Sobre una elevación de tierra se encuentra Mariana, atada de pies y manos. Una soga que la sujeta de la cintura la mantiene colgando sobre un manojo de cañas y piedras filosas. No quiero imaginar qué le pasaría si la soga llegara a cortarse.

- ¡Ya, soltala!
- ¡Dame el tesoro!
- ¿Es que no lo entendés? ¡No hay tesoro! ¡La Cámara está vacía!
- ¿Qué? ¿Pretendés engañarme con un truco tan barato?
- ¡Es verdad lo que digo! Si no me creés comprobalo vos mismo, dejé la Cámara abierta.
- Perfecto, voy para allá. Pero si no llega a ser cierto podés ir despidiéndote de tu amiguita.
- ¡Esperá, no te vayas! ¿Cómo la saco de acá?

Capitán se introduce entre las plantas y se pierde de mi vista.

- Diógenes…
- ¡Mariana! ¿Estás bien?
- Más o menos, estas sogas me están matando…
- ¡No te preocupes, ya te desato!
- ¡No, esperá! Esta es una vieja trampa de mi pueblo. Si hacés algo incorrecto, la soga se cortará y caeré sobre esas puntas filosas.
- ¿Entonces qué tengo que hacer?
- Es un viejo enigma de mis ancestros. Lamentablemente nunca me preocupé por aprenderlo. Pero las instrucciones deben estar por aquí cerca, buscalas.
- ¡No te preocupes, las encontraré!

Doy una pequeña vuelta por el lugar hasta acercarme a la orilla el río. Allí me topo con una plataforma y dos baldes vacíos a un costado. Más arriba, sobre una placa de piedra, está escrito lo siguiente:

La capacidad del balde mayor es de 5 litros. La del balde menor es de 3 litros. Para desactivar la trampa se deben obtener exactamente 4 litros de agua y apoyarlos sobre la plataforma. Siempre es posible pasar agua de un balde a otro, pero sólo se puede recoger agua del río en tres ocasiones.

De acuerdo Diógenes, aquí vamos otra vez…


Que gane el mejor.

miércoles, 4 de marzo de 2009

El Juego del Capitán (Novena parte)


Bien Diógenes, concentrate. Esto me recuerda a los problemas que me daban en el colegio… Veamos, nueve piedras… Debería dividirlas en grupos. Ya sé: peso cuatro y cuatro, luego dos y dos y después… no, pero sólo puedo pesar dos veces. Son demasiado parecidas entre sí como para darme cuanta a simple vista cuál es la más pesada. Y la diferencia es muy sutil como para descubrirla sopesándolas sobre mi mano. Definitivamente tendré que usar la balanza.

¡Ya sé! Las dividiré en tres grupos de tres. Ahora peso dos grupos… bien, la balanza se equilibra. Eso quiere decir que la piedra diferente debe estar en el tercer grupo. Peso una piedra de cada lado y… ¡Voilá! ¡La balanza se equilibra una vez más! Eso sólo puede significar una cosa…

- ¡Lo tengo, señora Gara-Panalas! ¡Esta es la piedra más pesada!

- Sabía que lo lograrías, hijo.

- ¿Y ahora qué se supone que debo hacer con ella?

Examino mejor el lugar. A un costado de la puerta de mármol encuentro una pequeña hendidura en la piedra. Coloco la roca en ella, presiono con fuerza y un sordo sonido se deja oír: la Puerta del Tesoro se desliza lentamente hacia un lado.

- ¡Perfecto, abriste la Cámara! ¡Ahora entrá y sacá ese tesoro para mí! Digo, por mí… es que estoy muy vieja como para hacerlo yo sola…

Le prometo a la anciana regresar pronto e ingreso en el extraño edificio. La luz que se cuela por el agujero de la puerta me permite descubrir unas extrañas imágenes sobre la pared rocosa. Las cuento: son 21 dibujos, cada uno de los cuales lleva un nombre escrito debajo. Una inscripción general reza sobre todos ellos:

A los valientes jugadores que contribuyeron a forjar esta historia:



Jardinero del Kaos
María
Valentín
Una dama
El Oso
Agua
Luzzy Duran
Na
Viviana
Ana
Passion
Lascivia
Gara
Jor
Soportándome
Giselita
Paola
Pablo
Atenea Kamet
Patricia
Extranjera


Ay, sí, qué emotivo. ¿Pero el tesoro dónde está? La Cámara de piedra parece vacía. Camino por el lugar tanteando las paredes. De pronto pateo algo. Me agacho y descubro una especie de puerta-trampa. La levanto, pero el hoyo que deja en el suelo es demasiado pequeño para que quepa en él.

Un ruido extraño me sorprende desde afuera:

- ¿Qué hacés vos acá? ¡Fuera de aquí, idiota!

Se escucha un golpe y unos gritos. ¿Esa era la voz de la anciana? Sonó algo extraña. Una silueta pequeña se cuela por la puerta grande.

- ¿Quién anda ahí? ¡No puede ser! ¡Jaimovich, sos vos!

El mono da graciosos saltitos en el lugar. Al parecer le alegra ver un rostro conocido.

- ¡Ahora entiendo, te colaste en el barco! Por eso me pareció ver que algo se movía en su interior.

Miro al pequeño simio. Observo la pequeña abertura en el piso y se me ocurre una idea macabra. ¡Qué más da! Agarro a Jaimovich y lo arrojo por el agujero.

- ¡Ay! ¿Qué fue eso?
- Eek, ack, oop.
- ¿Un mono?

La voz, cálidamente humana, provenía del interior.

- ¿Hay alguien allí abajo?
- ¿Quién sos?
- Soy Diógenes Mastreta, eh… ¡El Elegido!
- ¿Elegido?
- Sí, sí, el que estaban esperando…
- Si viniste a salvarnos del cíclope asesino debo decirte que ya es demasiado tarde.
- ¿Cíclope asesino? Eh, disculpame pero, ¿no hay alguna forma de bajar? No me es muy grato estar hablando con un hoyo oscuro en el suelo.

Un nuevo sonido pesado se deja escuchar. Una invisible e imperceptible puerta se abre entre las imágenes de la pared. La traspaso y descubro unos escalones de piedra. Cuando llego al subsuelo mis ojos no pueden creer lo que ven: una hermosa mujer de piel morena y ojos café me mira en silencio. Su cristalina sonrisa refulge en la cueva cuando me dice:

- Hola. Mi nombre es Mariana.

Jaimovich está sentado a sus pies, rascándose la cabeza.


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- ¿Pero cómo? ¿Se corta acá?
- ¿Los jugadores no tienen que hacer nada esta vez?
- Están demasiado exhaustos por el enigma de las piedras. Por ahora que recojan sus premios y se relajen disfrutando de la historia.
- ¿Pero qué, ganaron todos?
- No, no, no, yo no hago esas cosas… esto es una Mención de Honor en agradecimiento por haber participado. Pero aún falta la Prueba Final, donde se decidirá el ganador del Juego del Capitán.
- ¿Y cómo será esa prueba?
- Bien, paso a explicar: la Décima parte se publicará este domingo a las 22:07 (ya está escrita y programada). El primero en resolver la Prueba Final será el ganador del Juego.
- ¡Qué nervios!
- Vayan reservando butacas…