miércoles, 30 de marzo de 2011

Ilusiones humanas


¿De qué sirve pretender la conservación cuando todo es perecedero? ¿De qué sirve inventar el sustantivo en un mundo que es esencialmente verbo? El gran anhelo humano es mantener, solidificar, volver estático lo dinámico, cuando la única realidad es que todo cambia. Todo y nada son dos absolutos irrealizables, idílicos como los límites matemáticos, inalcanzables. Dos extremos invisibles e irreales entre el verdadero segmento que es el movimiento, el devenir. Hombres y mujeres nos afanamos en conservar inalterable nuestras pertenencias, nuestro cuerpo, la juventud, las relaciones, el tiempo, nuestra vida… pero todo cambia, todo empieza y todo acaba. No hay para siempre, sólo sucesiones de momentos alterables a cada instante.


Así como deseamos ponerle a todo una etiqueta, clasificar en especies cuando no hay más que diferencias de grado, así nos empeñamos también en recortar en partes iguales un chorro de agua. Mas no se puede detener el río.


Todo es pasajero, todo fluye. Lo permanente es sólo una ilusión.


Sin embargo, ¿constituye esto un límite para la felicidad? Todo lo contrario, no hay límites. Sólo hay que dejarse llevar.

martes, 15 de marzo de 2011

Uno más uno igual a tres


No le pidas que razone a un enamorado. El enamorado no razona: piensa como enamorado. El pensamiento del enamorado es lineal: cree que si algo es bueno, más de lo mismo será mejor; a su vez, si algo es malo, más de ello será lo peor que pueda pasarle. El pensamiento del enamorado también es directo: no entiende ironías ni dobles sentidos. Para el enamorado es y no es no. El enamorado no cuenta los días de ausencia: los siente. El enamorado no suma ni resta: goza o sufre. El enamorado no comprende planteos que contradigan sus premisas básicas y cree que todo es para siempre. El enamorado vive una ilusión, pero mientras dura es feliz.