domingo, 25 de julio de 2010

Crónicas de Eutravia. Hoy: Sobre su Gobierno y Administración


El gobierno de ningún país es fácil, y mucho menos el de uno con las características de Eutravia. Su administración estaba regida por una dictadura. Y el mariscal Von Ito, como todo buen dictador, se había colocado a sí mismo en el poder, justo el mismo día en el que comenzó su dictamen (el pueblo había hecho lo mismo años atrás, cuando proclamó la democracia, luego de que el rey abdicara al trono de una monarquía que él mismo había comenzado, ya que, quien tiene el gobierno, es quien manda).

Pese a lo que cualquiera pudiera llegar a pensar, no es fácil ser un dictador. Hay muchas decisiones que tomar (en realidad, todas). Los mandatos de Von Ito no sólo afectaban a la política y la economía vernácula, sino también a la justicia, la cultura, la natalidad, el clima, la vialidad, la flora, la fauna y demás cosas importantes que un país debe tener en cuenta.

Perfeccionista al límite, Von Ito pretendía regular cada ciclo como si de una maquinaria de relojería se tratara. No importaba si era social o natural, todo cambio debía ser esperado, anticipado, soportado y archivado. Por ejemplo, por un decreto de necesidad y urgencia toda mujer debía menstruar el día 15 de cada mes. Si para esa fecha no había bajado su fluido carmesí, era inmediatamente considera “embarazada”. Cuando finalmente el asunto concurría, se lo catalogaba como un “embarazo perdido” y problema solucionado. Demás está decir que Eutravia es el país con mayor tasa de embarazos perdidos del mundo.

En cuanto al tiempo, la cosa era clara: si hacía frío era invierno y si hacía calor era verano. Von Into creía que era una “innecesaria duplicación de la realidad” tener dos nombres para el clima templado, así es que si estaba más o menos lindo era “primaño”, híbrido de primavera y otoño (aunque algunos preferían llamarla “otovera”). Las estaciones en Eutravia se sucedían de forma aleatoria, haciendo un poco menos advertible la sensación de circular repetición del tiempo. El problema era cuando uno quería tomarse sus merecidas vacaciones de verano, ya que nunca sabía si duraban dos días o sesenta.

La división diaria era sencilla: si había luz era de día y si estaba oscuro era de noche. Como por ley se trabajaba sólo de día, hubo inviernos (o, mejor dicho, “días invernales”), donde la gente trabajaba pocas horas, mas eran compensados por veranos donde alguien podía atarearse más de doce.

Amante de la dialéctica, Von Ito había confeccionado las vías del ferrocarril en la clásica división de Porfirio: de este modo no había dos líneas iguales ni paralelas y todas terminaban en estaciones diferentes, aunque convergían en una única central de la cual todas manaban en tradicional degradación platónica.

Por otra parte, los animales y las plantas eran catalogados en géneros y especies, y cuando se encontraba alguno que no respondía a ninguna clasificación simplemente se lo consideraba una piedra o se lo eliminaba, dependiendo de su tamaño y movimiento. Con un fuerte inductivismo de base, sólo después de varios casos de presencia de un mismo ser inclasificable se constituía una nueva clase, donde los taxónomos eran los encargados de ponerle nombre, en los días en que no manejaban sus taxis.

En fin, esta es sólo una pequeña muestra del gobierno de la bella y querida Eutravia, nación rica en credos, honores y otras falacias.

miércoles, 21 de julio de 2010

Armonía


Cuando todos comprendamos que sólo somos partes del todo y trabajemos en conjunto cumpliendo con lo que mejor sabemos hacer e intentando hacerlo de la mejor manera posible, lograremos la armonía que tanto buscamos. No hay camino individual a la felicidad.

domingo, 18 de julio de 2010

Dos que son uno


Sus ojos se mezclaron con los vidrios empañados. Un día gris lo tiene cualquiera, ese peso en el pecho que cae lentamente y se queda en el estómago.

Subimos a un auto mientras esquivamos el cadáver de un gato o un perro, su estado no nos permite darnos cuenta. Sus ojos siguen grises.

No puede explicarme qué le pasa, no puede expresarlo, sólo habla con la mirada. Tal vez sea la angustia existencial, el bajón periódico que cada tanto regresa, la rutina o cualquier otra excusa. Sus ojos me miran desde el vacío.

Hace tiempo que viene reflexionando sobre la muerte, le gusta creer que la paz eterna se encuentra al final de camino, pero cada vez le cuesta más convencerse. Siente que luego del último aliento sólo hay nada.

Se cuestiona si vale la pena seguir cuando se tiene la certeza de que algún día todo va a terminar. Dejar algo en este mundo es su único consuelo. No sabe decirlo, pero con sólo mirarla me doy cuenta. Sus ojos son el espejo transparente que me devuelve la mirada y la desesperanza.

Temo que pretenda huir, dejarme sólo e inmóvil, sin esencia. Sin ella no soy nada y a la vez ella es nada sin mí. Paradójicamente es eso es lo que me angustia, el no poder seguir sin ella, sabiendo que tarde o temprano se irá. Tampoco creo que ella continúe sin mí, perderá los sentidos, se deshará en el éter.

Ahí estamos, juntos los dos por última vez, un domingo gris de lluvia fría dentro de un auto con vidrios empañados. La miro en el espejo. Me miro y me despido. Son sus ojos, son mis ojos, los que eran nuestros ojos ya no nos pertenecen.

Aprieto el gatillo y ella, mi alma, se desprende de mí para nunca más volver.