sábado, 26 de julio de 2008

Yo Nadie




Yo Nadie. Eso decía en la primera página de su D.N.I. Yo era su nombre, y Nadie su apellido. No era simple estar en sus zapatos (calzaba 35), además de todos los momentos molestos que tenía que pasar por culpa de su nombre y su apellido.

Su padre era don Evaristo Nadie (un auténtico don Nadie) y su madre doña María Sirvienta. Vivían juntos en un barrio tranquilo, de esos en los que nunca pasa nada.

Yo había terminado el colegio secundario hacía unos meses, y todavía no se decidía qué carrera estudiar, ni siquiera estaba seguro de si iba a estudiar algo, ni tampoco se preocupaba por buscar trabajo.

Un día llegó el cartero a casa de los Nadie, trayendo un sobre para su mamá. La señora salió a recogerlo con agrado. Al retirarse de vuelta hacia el interior de su hogar, escuchó que el hombre del correo le pedía de muy mala gana que le alcanzase unos paquetes que se le habían caído. La mujer, cansada ya de la constante flojera de aquel hombre, le respondió:

- Perdón, pero yo no soy sirvienta de nadie.
- Ah, pero entonces me equivoqué de persona.
- No, quiero decir, sí, yo soy Sirvienta de Nadie, ¡pero no soy sirvienta suya!
- No, según tengo entendido los Suya viven en la otra cuadra...
- ¿Se está burlando de mí? Si usted sigue así, yo...
- ¿Qué pasa mamá? – Dijo Yo asomándose a la puerta.
- Nada hijo, no es con vos.
- Ah, ¿no es conmigo? Bien, ya cumplí con mi trabajo –dijo el cartero alejándose en su bicicleta, mientras dejaba ver su nombre bordado en su uniforme: Vos González.
Peripecias como estas eran comunes en la vida de los Nadie.

La carta resultó ser de una amiga de María, quien le escribía para comentarle que posiblemente le conseguiría un puesto en su trabajo a Yo. Debía presentarse al día siguiente en una oficina, cuya dirección figuraba en el sobre.

Yo no tenía ropa demasiado formal para la entrevista, pero en la nota decía que era fundamental la buena presencia, por lo que decidió ir a pedirle prestado un traje a su vecino. Caminó la distancia correspondiente y al llegar golpeó la puerta:

- ¿Quién es?
- Soy Yo.
- ¿Quién?
- Nadie.
- ¿Me estás cargando?
- No, soy Yo, Yo Nadie, tu vecino.
- Ah, pasá.

La casa de Migo estaba tan desornada como siempre. Cuando Yo le explicó el motivo de su visita, Migo le respondió que no había inconvenientes porque Él podía solucionar su problema. Él, el hermano de Migo, accedió a pedirle un bonito traje de etiqueta. Cuando se lo hubo probado, Yo le preguntó a los hermanos:

- ¿Cómo me queda?
- Perfecto –dijo Él- mi padre decía que te quedaría justo.
- ¿Ah sí?
- Sí, cuando lo compré me dijo: “nadie se lo pondría”.

Luego salieron juntos los tres a tomar un helado. Cuando, más tarde, un amigo llegó a la casa preguntando por Él, la madre le respondió: “salió con Yo y con Migo”, y el pequeño se volvió algo aturdido.

Al llegar el día de la entrevista laboral, Yo estaba más nervioso que nunca.

La charla no duró mucho y pudo contestar manteniendo la calma a todas las preguntas que le hicieron. Esperó más de una hora junto a un grupo de jóvenes para que le dijeran el resultado de la entrevista. Finalmente salió una mujer del despacho del jefe de personal, y les comunicó lo siguiente:

- Bien, debo decirles que el jefe no se ha quedado muy conforme con ninguno, así que nadie obtendrá el puesto.
Yo no sabía cómo contener tanta alegría, mientras Jorge Ninguno salía por la puerta, llorando.
- ¡Gracias, muchas gracias! Sabía que el puesto sería mío.
- ¿Perdón? –Dijo la mujer.
- Yo soy Nadie.
- ¿Entonces el puesto es para usted?
- ¿Para mí? ¡Gracias! –Dijo un tercero.
- ¿Pero usted quién es? –Dijo Yo.
- Yo soy Usted.
- Y yo soy Yo.
- ¿Usted es yo?
- Sí, Nadie.
- ¡Basta! –Dijo la mujer algo irritada.- Entonces el puesto será para los dos.

Julio y Enrique Dos, hermanos inseparables, festejaron juntos desde un rincón de la sala.

Yo volvió a su casa algo resignado. “Ya tendré otra oportunidad”, pensó.

Muchos años después terminó siendo presidente de la Nación por un error conceptual de la población votante. La consigna era: “Todos mienten. Vote a nadie”.
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Publicado originalmente en la revista Tocate Comics (2003)

sábado, 19 de julio de 2008

Palabras universitarias


Café
Tren
Resaltador
Subte
Apunte
Parcial
Final
Fotocopia
Texto
Sueño
Colectivo
Espera
Radio
Cuaderno
Inscripción
Adscripción
Tesis
Monografía
Doctorado
Licenciatura
Congreso
Ponencia
Paper
Maestría
Coloquio
Referato
Excursus
Exégesis


Basta

sábado, 12 de julio de 2008

Doble con crema


-Buen día doctor, ¿cómo le va?

-Pase, pase, lo estaba esperando. ¿Cómo está usted?

-Y, acá ando, no del todo bien, obviamente.

-¿Por qué lo dice?

- ¡Porque si no no estaría acá!

-Ay, típico de mis pacientes: sólo me vienen a ver cuando se sienten mal.

-Bueno, tal vez si se peinara…

-¿Qué le anda pasando? ¿Le duele mayo nuevamente?

-No, eso fue hace dos meses… ahora me duele julio.

-Usted sufre de diacronía mensual extemporánea.

- Sí… y además me duele julio.

- Eso me suena de algún lado… ¿y desde cuándo le duele?

-Mmmm… ¿Hará doce días?

- Típico. A ver, quítese el sombrero y las polainas.

- ¿La corbata me la dejo?

- Pásela detrás de su cuello, por favor… así está bien.

-¡Pero doctor! ¿Hace falta que haga eso? ¡Me hace cosquillas! Y no son de las lindas…

- Lo que usted tienen es un agujero acá, ¿lo ve?

- En realidad no, pero puedo distinguir las paredes que lo rodean…

- Bueno, a usted le falta el trostobito.

- Perdón, creí que lo había traído. ¡Qué vergüenza!

- No se preocupe, no es tan grave. Es más: según mi transportador, es agudo: 48º.

-¡Pero que vuelo de fiebre!

- Eso explica la extraña combinación de sus colores… ¿Medias rosas con camisa naranja? Mmmm, no, no, no…

- ¿Y qué me recomienda hacer?

- ¡Cambiarse la camisa, hombre!

- Estaba pensando lo mismo… es que es tan suave.

- Ay, sí, me lo dicen todos…

- ¿Y con el trostobito? ¿Qué hago?

- No se preocupe, no puede hacer nada con él. ¡Si no lo tiene!

- Claro, ese es mi problema, claro.

- ¿Se refiere a su mal aliento?

- No, ¡a que quiero saber lo que quiero!

-Bueno, gentilhombre, ¡pero entonces ya lo sabe!

- Tiene razón, tiene razón… no lo había pensado así.

- Péguese una ducha, péguese un viaje y cuando regrese se pega una vuelta y me cuenta.

- ¿Por qué tanta violencia?

- Ay, presiento que se viene el remate…

- Es inevitable, doctor, ¡me salen letras de todos lados!

- ¿Otro coñac?

- Doble con crema, por favor.

- Lo sabía…

miércoles, 9 de julio de 2008

Texto de miércoles


Johnny John perdió su brújula
¿Alguien sabe dónde está?
Johnny John la está buscando
Y se lo agradecerá
Johnny John aprendió a mentir
Y no dejó de equivocar
Pero perdió su brújula
Y no sabe donde está
Johnny John no es un mal tipo
Pero ya no sabe donde está
Ya no sabe nada nada
¿Algo aún aprenderá?
Se aburrió de la rutina
Se cansó del que dirán
Johnny John la sigue buscando
Pero sin ella no la puede encontrar
¿Dónde está su rumbo?
¿Hacia donde irá?
Johnny John no sabe
Si quedarse o partir
Si llorar o reír
Si rimar o callar
Si cantar o dormir
Porque Johnny John perdió su brújula
¿Alguien sabe dónde está?

sábado, 5 de julio de 2008

Pensamientos empañados


Línea. Rostro. Línea. Rostro. La bruma me abruma. Enciendo el desempañador trasero y ahí vas apareciendo vos, tu rostro impávido. Dos cristales y un espejo nos separan. Veo tu carita ingenua y tardo en darme cuenta que el lunar que veo en tu diestra en realidad está en tu siniestra.

Línea. Rostro. Línea. Rostro. Cada vez veo un poco más de tu gesto, tus ojos, tus labios.

Imagino un encuentro más romántico, más genuino. Nos conocimos en Marruecos: yo vestía de blanco y vos portabas canesú dorado. Te cubrías del sol con tu sombrero de anchas alas y encendías un cigarro con una larga y fina boquilla. Me acercaba a darte fuego, ya que tu chispero no reaccionaba, y tu sonrisa me invitaba a conocerte.

Bebíamos vermú, reíamos, me insinuabas noches con tus piernas bajo la mesa. Yo arrancaba flores del costado de un camello y te las ofrecía con indiferencia. En tu copa, un anillo de diamantes.

Pero no. Estábamos en la General Paz, el tránsito era un caos, llovía, y yo te observaba, desde el espejo retrovisor de mi Peugeot 504, a través de un vidrio que no terminaba de desempañarse.

Un segundo antes de que la marcha reanude, tu mirada parece conectarse con la mía. No, en realidad la apariencia está en la marcha: los autos no se mueven. Nuestros ojos sí se miran.

¿Y si bajo y te invito? Una locura. Situaciones de Cortazar o de publicidad de cigarrillos.

¿Me sonreís? ¿Me mirás a mí o a tu propio espejo? Ah, te arreglás el maquillaje, claro. Cualquier ocasión es buena para mirarse. Lástima los espejos. Sólo sirven para mirarse a uno. Por fuera.

Aunque yo te miro a vos, y sí, por fuera también, pero te veo al revés. Y veo tus ojos, que son otros espejos. Y aunque la distancia no es la adecuada, creo que puedo adivinarte. Sí, tenés un hijo, pero estás separada. Hoy es domingo, debe estar con su padre, y vos volvés de la casa de una amiga en Pilar. El auto es tuyo, sos independiente.

No, no. Sos casada, pero estás aburrida. Sí, es eso. Saliste a buscar un amante. Y nunca pensaste que lo ibas a encontrar en un embotellamiento en la General Paz, a la altura de Villa Madero.

Movimientos, la marcha esta vez sí se reanuda. Pero un golpe. Me tocaste el auto.

Voy a tener que bajar.