miércoles, 2 de mayo de 2012

El abismo



Comprendo que el perseguidor se transformó en perseguido cuando noto que me encuentro entre dos fuegos: frente a mí, mi enemigo; por detrás, el abismo. Doy un paso en falso y mi cuerpo se tambalea. Él comienza con su discurso:

“¿Te das cuenta? Eso por lo que tanto luchamos cada día puede acabarse en cualquier instante. Todos tus planes de años pueden desvanecerse en un segundo. La vida humana, ah, qué fragilidad… Qué ensueño de torpe poeta intentó buscarle sentido alguna vez. Qué necesidad contingente la de crear la angustia existencial… el amor, el deseo, la felicidad, motivos vanos, simples etiquetas demasiado humanas que fingen la comedia del significado… ¿Pero por qué, la vida, algo tan natural, tendría que tener alguno? ¿Es que no se han dado cuenta, meros mortales, de que la digestión forma parte de la naturaleza mientras que el significado es asunto del lenguaje? Buscá un ente natural, aquel árbol, por ejemplo. ¿Sabe el árbol que es árbol? ¿Conoce el origen de su especie, el destino de su progenie, el sentido de su florecer? La flor no se pregunta acerca del porqué de sus pétalos, simplemente es. El hombre, por el contrario… Mirá este puente, por ejemplo. El puente es un signo pero porque el hombre lo hace signo. El puente es señal de la civilización, del paso del hombre. Fue proyectado, tiene un objetivo. Estos dos trozos de tierra, separados por un abismo, ¿se cuestionaban algo acerca de su condición? No. Ni siquiera estaban separados. Eran tierra y punto. Pero entonces llega el hombre con sus proyectos y crea una necesidad y un significado. El puente marca un antes y un después en estos dos trozos de tierra: a partir del puente sabemos que antes estaban separados y que ahora están unidos… Mas el puente puede romperse y el hombre puede morir, y todo lo que costó siglos en construirse desparecer en un santiamén, y la vida del hombre, de un hombre (la tuya, por ejemplo, mi estimado amigo) esfumarse así de repente. Todos los proyectos quedar truncos, las alas cortadas, corto o largo plazo es lo mismo cuando el resultado final es la nada. Ahora bien, la vida a veces también ofrece opciones…”.

Miro hacia atrás, la distancia es enorme, jamás lo lograría. El viento corre fuerte, despeinándome. Resbalo, logro sujetarme en el último respiro. Me sostengo con una mano.

“En este momento puedo extender mi brazo y traerte conmigo hacia el lado seguro. O puedo estirarlo de modo contrario y empujarte al abismo. Vos, claro está, también tenés opciones: podés aceptar mi ayuda o intentar luchar. Sea como sea, tu vida, la vigencia de tus planes, tu desayuno de mañana, dependen de mí… ¿Qué haremos”.

Me balanceo, siento el tiempo como nunca antes: cada segundo es un una gota fría que corre por mi frente. Observo su sonrisa, su ansia de poder. Me extiende la mano, va a salvarme. Comprendo que ha llegado mi momento de hablar:

“Te equivocás, mi destino no depende de vos. Siempre es posible elegir. Hágase mi voluntad…”.

Suelto mi mano y me dejo caer.