domingo, 30 de mayo de 2010

Cuando seamos ellos


En un micro de vidrios empañados por el frío y la llovizna de afuera en contraste con la calefacción interna, vuelven a mí ciertos pensamientos que habían surgido esa misma mañana mientras cruzaba una calle desierta: ¿Cómo será cuando seamos ellos?

El cartel de venta de una casa disparó la primera reflexión. Hoy por hoy no necesito saber todo: si algo no sé, aún puedo recurrir a mis padres. Desde hechos históricos no tan lejanos pero anteriores a mi existencia, hasta el funcionamiento de un motor, adagios, asadores, solfeos o percutores, siempre puedo preguntarles a ellos.

¿Pero qué va a pasar cuando nosotros seamos ellos? Cuando ellos ya no estén, cuando corra en nosotros la responsabilidad de ser padres y portadores del saber, cuando nuestros hijos nos consulten como fuente de sabiduría, como Petetes sin libro responsables de su criterio de autoridad, ¿seremos capaces de responderles?

Apelar a nuestra propia experiencia como enciclopedia de vida… me parece tan poco. No creo tener la respuesta para ninguna pregunta. Y no me preocupo por la historia y la geografía, esas cosas pueden consultarse en manuales. Lo que me cuestiono es si seré capaz de explicarles cómo se hace un trámite, cómo se resuelve un problema, cómo se actúa ante determinadas situaciones…

Aunque, pienso, tampoco es que hay que estarles encima todo el tiempo: poco a poco hay que ir dejándolos volar, cada vez un poquito más lejos del nido. Pero ponerles reglas es algo sobre lo que también reflexiono: ¿Cómo encontrar el justo medio entre la severidad y la compresión, la libertad y la responsabilidad, la confianza y la protección?

Supongo que deberé dejar que el tiempo me vaya dando esas respuestas, ya que, dicen, es el mejor maestro.

viernes, 21 de mayo de 2010

Cuestiones arrítmicas


¿Quién observará desde tierras lejanas,
de los hombres vivos los errores y aciertos?
¿Sabrá Nietzsche que él está muerto,
y que el dios renace en cada mañana?

¿Quién juzgará desde el profundo olvido
aquello que nunca se animó a realizar?
¿Seguirá Sócrates con su eterno preguntar?
¿Sabrá Mahoma que la montaña no se ha movido?

¿Quién amará más allá de la muerte,
en forma constante como dijo el poeta?
¿Podrá Aquiles llegar a la meta,
o será la tortuga quien cumpla su suerte?

¿Quién se peleará por lo que hoy es mío?
¿Quién culminará lo que yo no termine?
¿Sabrá Sartre que nunca se es libre?
¿Verá Heráclito el fluir de su río?

¿Quién podrá conservar su mente
y ser consciente al final del camino?
¿Dudará Descartes del mismo destino,
que analizó Spinoza bajo su lente?

¿Quién la relatividad habrá comprobado?
¿Quién del espacio medirá la curvatura?
¿Seguirá Einstein en plena cordura,
o estará con Dios jugando a los dados?

martes, 11 de mayo de 2010

Felicidades intensas


¿Experimentaste alguna vez esa sensación de felicidad que dura instantes pero es sublime? No me refiero a la “felicidad en las pequeñas cosas”, en oler el aroma del café mientras untás la tostada y demás nimiedades. Me refiero a una felicidad intensa, a una felicidad que como un cachetazo te da vuelta la cabeza y te une con el cosmos. La felicidad que dura lo que la explosión de la cabeza de un fósforo al ser raspada contra la caja, pero que brilla aún más intensamente.

Yo reconozco ese tipo de felicidad en al menos tres instancias. La primera es en la música. Esos momentos de estar escuchando una melodía y fundirse con ella, dejarla vibrar por dentro y por fuera, sentirse uno como en un río con las notas que dan forma a la canción y ponerse a cantar, a bailar, solo o acompañado. Un instante en el que uno siente que ese tema en particular representa la vida de uno, o al menos el momento en el cual está viviendo. La felicidad de intensidad musical es tal vez la más sentida físicamente, por ser la más cercana a lo material, a los sensible. Aunque no por eso es más intensa que las demás, sino sólo que su manifestación es más palpable, contagiable y compartible.

En segundo lugar, y el orden es sólo por defecto, no por jerarquía, distingo la felicidad en las relaciones humanas. Ese momento en que te encontrás en un grupo o en pareja, con amigos o con la familia, y descubrís la magia inmanente que mana por todos los canales que te unen con esas personas. Es como si los conocieras de toda la vida, antes que la vida y más allá de la vida. Te emociona pensar que esas personas tan maravillosas también piensan en vos y se preocupan por vos; te alegra saber que no estás solo, que hay alguien a tu alrededor y adentro tuyo y que hay algo, se llame como se llame (amor, amistad, compañerismo…) que te une con ellos. La felicidad en la intensidad de las relaciones poco a poco se va despegando de lo material para hacer puente con lo espiritual, con lo individual, pero confluyendo con el otro.

Por último, y no menos ni más especial que las otras dos, está un tipo de felicidad que me sorprende descubrir en ciertos momentos de atavío de lecturas y pensamientos, y es justamente la felicidad en la intensidad intelectual: un resplandor que abre las puertas de la mente y ordena todas las ideas en un sistema deductivo coherente, cuyos caminos se entrelazan y fluyen en ambos sentidos, yendo de lo universal a lo particular y viceversa. Es un tipo de felicidad exclusivamente individual y abstracta, un goce pasional en la conglomeración de ideas, un orgasmo intelectual que da sentido a todo lo que venís haciendo hasta ahora. En mi caso particular, es la satisfacción de comprender teorías y como éstas se relacionan, en deducir de ellas nuevas hipótesis, encontrar las críticas justas a las tesis con las que no concuerdo y las justificaciones exactas para las mías propias. Es entender una idea y a partir de ella entender todo lo demás que venía leyendo hasta ese momento; es poner luz en la oscuridad del conocimiento, hacer click y aprehender el funcionamiento de aquello que estaba investigando; en definitiva, dar con el clítoris de la cuestión que permite ver en simultáneo lo que hasta ese momento no había sido más que una sucesión de ideas inconexas. Es sentir que el camino profesional que elegí vivir es el indicado para mí.

Supongo que puede haber otros tipos más de felicidades intensas, pero estas son las que recuerdo haber vivido hasta el momento, y en más de una ocasión.

martes, 4 de mayo de 2010

Segundo Anal del Barrio



En el día de la fecha se cumple una nueva vuelta al Sol desde la fundación de este Barrio. Sin embargo, ¿dónde está el Galán de Barrio? Repasemos los hechos.

Inmediatamente después del primer onomástico narrado en el Primer anal del Barrio, conocimos los Fragmentos del diario de Ángel Vergara, el personaje más soñador por estos lares, justo antes de reflexionar sobre las distintas consecuencias que pueden seguirse Cuando matas a alguien. Luego de pasar una noche con El encanto del Tío, se nos presentaron otros dos sujetos peculiares: por un lado nos emocionamos con Las muchas muertes de Genaro Cúspide y por el otro obtuvimos Algunas referencias sobre Santino Conde. Y después de que K reflexionara acerca de la posibilidad de La vacuna del amor, el Barrio entró en receso permitiéndose dos momentos de recuerdo: el triste tango Lamentango y el desopilante encuentro de Surrealismo y mi idealismo.

Más tarde volvió a entrar en escena el querido Somosa, descubriendo que su aburrida vida de oficinista iba a ser víctima de una repentino Cambio gris.

Todo se tornó en tragicomedia absurda al relatar las Crónicas de Badhar El Grande, pero recién volvimos a saber algo sobre el hombre que da nombre a este sitio cuando salió a visitar a su amigo el Jardinero del Kaos para regalarle un Humilde presente con motivo del aniversario de su universo. Después de eso, supimos acerca del Secuestro y muerte en Avellaneda, caso que tuvo como protagonista a Eugenio Echagüe y luego volvimos a encontrarnos con otro de los vecinos clásicos de este Barrio: Rocambole, quien disertó Sobre los caminos y el camino. Otro loco que volvió a aparecer fue Linares, dándonos a conocer más sobre sus Cosas.

El invierno se hacía crudo y frío cuando sería rescatado del freezer un antiguo personaje, Alejandro Vargas (mejor conocido como el Hombre Vinchuca), que marcharía raudamente hacia el universo de la Legión del Kaos luego de haber tenido un Sueño y preludio. Poco imaginó en ese entonces nuestro querido héroe las consecuencias fatales que su intromisión en el otro mundo traería al Barrio. Pero las piezas terminarían de encajar luego del Regreso gris de Somosa del viaje que había hecho con el dinero de su indemnización, y del cual volvió trayendo consigo al extraño Alfredo Arrieta. Ahora sí, todo estaba listo para que, luego de sentadas las Reglas para crear un universo, se diera origen a Logos, saga que integraron todos los personajes del Barrio (donde Johnny John, Diógenes Mastreta, Florencio Gauna y Valentín Flores se sumaron a los nueve ya nombrados) durante veintiún episodios, desde el Principio del Caos hasta el momento en que en plena primavera el Galán pronunciara su despedida con un Adiós amigos.

Luego de otro receso creativo, pudieron leerse ciertas Argumentación en contra del Facebook, seguidas de dos relatos que nacieron en una misma tarde: el primero lleno de Inocencia, el segundo representado por El bar de los granujas.

Y llegó 2010 y un enero saturado de calor en el cual fuimos testigos de las Cosas que pasan en la vida y el precio que ésta tiene, que al parecer cotiza en Veinte millones. El segundo en volver fue el amigo Rocambole, esta vez debatiendo mentalmente Sobre la unidad, identidad y comunidad. La vida y la muerte se volvieron temas comunes en el Barrio, sin embargo en cuanto a la presencia del Galán seguimos en la Dulce espera.

Después de un instructivo texto de archivo donde se nos explicaba Cómo seguir instrucciones, el otoño fue pidiendo permiso obligándonos a tomar importante Decisiones, y demostrando una vez más que el tiempo no es más que una Espiral sobre la cual todo vuelve, pero distinto. De esa manera volvieron también Valentín Flores y Somosa, quien le propuso al primero asociarse para reconstruir el bar Albatros.

Así como el tiempo, el hombre también parece regresar cíclicamente sobre sus propios errores, como se cuenta en La balada del inconsciente, aunque algunos prefieran la inacción de una vida siempre igual pero segura, es decir, las Peripecias del último hombre. No obstante algunas cosas sí cambian, como es el caso de La transmutación de las aves, momento en el cual nos enteramos de la vuelta de Santino Conde bebiendo en el nuevo bar Cuervo Blanco. Y así llegamos al final de un año agitado, merendando pensativos acerca de los Mitos y verdades del café con leche.

El tercer año del Barrio comienza hoy, ¿qué nuevas aventuras nos depararán? ¿Volverá el Galán a aparecer en escena? Sólo el devenir de los hechos contestará éstas y todas las preguntas que surjan.

Por ahora sólo queda brindar con los que siempre estuvieron, como el Jardinero del Kaos, Sil, el Oso, Ana, Viviana, la Extranjera, Pablo, Alfonso, Giselita, Terapia de piso, Alejandro, Arya, Cintia, Ónix, Agua y los chicos del taller Kapasulino (sobre todo Carla e Iván), más los nuevos que se fueron sumando como Tania, Humo, Viejex, Berserkwolf, Alma Mateos Taborda, Norma Ruiz, Tamia, Lousianee, Ginebra (y perdón si me olvido de alguien).

Con todos ellos, ¡salud!