miércoles, 24 de febrero de 2010

Cómo seguir instrucciones


1- Para poder seguir las instrucciones de un modo correcto, éste es el primer punto que debe leer (recuerde: las instrucciones deben seguirse en orden numérico y el 1 es el primeo de los números).
2- Luego de haber leído la primera indicación de cualquier grupo de instrucciones (como indicaba el punto 1), es importante seguir con el segundo y así sucesivamente (esto implica haber comprendido los puntos 1 y 2 de la presente guía).
3- Si usted ha comprendido los dos puntos anteriores, en este momento debería encontrarse leyendo esto (si no los ha entendido, por favor vuelva a comenzar desde el principio, a fin de no perderse en la explicación).
4- Siendo este el punto 4 de una guía para leer de modo correcto cualquier guía de instrucciones y si usted ha llegado hasta aquí sin complicaciones, es de suponer que va por buen camino. Para poder seguir adelante, por favor, pase al punto 5.
5- ¡Perfecto! Es importante tener en cuenta lo siguiente:
5.1. Algunos puntos de la guía pueden estar divididos internamente en indicaciones más precisas.
5.2. Las indicaciones más precisas (indicadas en el punto 5.1) pueden aparecer de las siguientes maneras:
a) Indicadas dentro del mismo punto, subdivididas con un número adicional (ejemplo: “5.1”).
b) Identificadas por medio de letras (ejemplo: “a)”).
c) Indicadas por número romanos. Sobre este punto debe tenerse en cuenta lo siguiente:
I) No es necesario ser romano para entender los números romanos.
II) Sí es necesario poder diferenciar los números romanos de las letras para no perderse en un mar de íes y ve cortas.
6- Antes de pasar de un punto central a otro es necesario leer todas las subindicaciones que aparezcan en el primero de ellos. Para saber leer todo tipo de subindicaciones es necesario haber leído las aparecidas en el punto anterior de esta guía.
7- No se debe abandonar una guía de instrucciones hasta estar seguro de haber seguido todos los puntos (nótese que “todos” implica también al último punto, por lo tanto no debe detenerse hasta haberlo leído).
8- Del punto anterior se sigue que usted debe seguir leyendo esta guía.
9- Del punto anterior se sigue éste.
10- El resultado de esta guía es analítico: si usted ha llegado hasta este punto ¡Felicitaciones! Ha comprendido cómo seguir una guía de instrucciones. Es importante recordar todos los puntos cada vez que quiera abordar una guía nueva (nota: si usted es ciego, por favor pida ayuda a un tercero para que le lea las indicaciones detenidamente).


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Publicado originalmente en la revista Mitin (2005)

miércoles, 17 de febrero de 2010

Dulce espera


El canciller esperaba la llegada del pequeño como si fuera la de su propio hijo. En realidad era su sobrino, pero él se paseaba nervioso por los pasillos aguardando el momento del alumbramiento.

El abogado, padre de la criatura en cuestión, también estaba allí. Se lo notaba algo tenso por la espera, deseaba fehacientemente poder ver el rostro de su hijo.

El canciller y el abogado eran hermanos mas no se hablaban. Es increíble lo ridículamente eternas que pueden llegar a ser las disputas familiares, incluso en las circunstancias más extremas.

Dirimía entre ellos el viejo comisario, progenitor de ambos. Deseoso estaba también de estrechar a su nieto entre sus brazos. Los tres esperaban la venida sin intercambiar palabras.

De pronto un grito fuerte mezclado con llanto rasgó aquel aire enrarecido. Los tres hombres se petrificaron con la mirada fija en la entrada del salón. Volvieron a sus posiciones cuando comprendieron que aún tendrían que aguardar un poco más para verlo: seguramente estarían lavándole la sangre y poniendo su cuerpo en condiciones para el encuentro.

No sorprendía la ausencia de mujeres en la sala: dicen que ellas son más fuertes y resisten mejor a las vicisitudes de la vida. Ni siquiera su madre se encontraba allí.

Minutos después se abrieron las puertas y la luz corrió desde el pasillo como si de un túnel se tratara: un joven esbelto aunque algo maltrecho caminó rengueando. Sonrió al ver las viejas caras conocidas.

Había muerto esa misma tarde en un accidente automovilístico. Sus seres queridos, que habían partido antes que él, lo estaban esperando en el más allá.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Las aventuras de Rocambole. Hoy: Sobre la unidad, identidad y comunidad


Rocambole se prepara un café. Pone a hervir el agua. Toma la taza. Mete en ella dos cucharadas y media de café instantáneo. Ahora introduce dos de azúcar. Espera. El agua hierve. Toma la pava con un repasador para no quemarse la mano. Echa sólo un poco de agua en la taza. Mezcla fuerte. El café deviene una suave crema. Echa el resto del agua. Echa un chorro de leche fría. Contempla maravillado su obra.

Mientras disfruta del aroma que brota de la espuma piensa: ¿Y si la vida humana son sólo actos discretos? ¿Por qué insistimos en pretender que hay una unidad de la vida? ¿Es realmente la vida de un hombre un continuum que fluye sin puntos determinados? ¿O es sólo una seguidilla acumulativa de acciones inconexas?

Rocambole nunca había dudado de la unidad de su vida hasta que comenzó a leer sobre el tema. Por un lado, el problema de la identidad: ¿Qué es lo que me hace pensar que soy siempre el mismo? ¿Quién soy? Rocambole estaba seguro de que era el mismo Rocambole desde que había nacido. Sin embargo, lo único que mantenía era el nombre. Flatus vocis. Su cuerpo, su carácter, sus gustos, y sus células habían cambiado completamente. “Madurado”, dicen unos. Simplemente “crecer”, prefieren otros. Dejar pasar el tiempo.

Por otro lado, la creencia en la unidad de la vida. Si soy siempre yo, ¿lo soy en un continuo o en una sucesión? Rocambole había leído sobre tendencias postexistencialistas de querer justificar el sentido de la vida uniendo nuestros actos e insertándolos dentro de un relato. ¿Quién soy yo? Éste: nací el… estudié tal… trabajé cual… . Introducir todas nuestras vivencias y darles forma dentro de una trama, como su fuéramos personajes envueltos en sus peripecias particulares con principios, nudos y desenlaces. Ése era el sentido de la vida. Claro que un sentido tan ficticio como la ficción misma.

Rocambole bebe un sorbo. Parte de la espuma deviene un pacato bigote. Piensa: ¿Y si la unidad es global? ¿Y si la historia que da sentido a la Historia es el relato de todos juntos, conectados? Rocambole sufre una repentina aversión al culto contemporáneo a la individualidad. Celulares, internet, indumentaria, autos, todo está hecho para el consumo individual en la búsqueda eterna de la originalidad e identidad destacada sobre el resto. Cada publicidad parece marcar firmemente el “este soy yo”: mi color, mi gusto, mi forma, mis frases, mis preferencias, mis pensamientos, mis intereses.

Rocambole piensa: ¿Y si el yo somos todos? ¿Y si mis intereses son los de todos? ¿Y si lo que más me conviene a mí es lo que más le conviene a la comunidad? El bienestar general se supone que incluye al bienestar particular. Aunque el todo es más que la suma de las partes.

Rocambole termina el café y mira por la ventana, pensando en si lo que él hace de su vida le es útil en algo a la sociedad.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Veinte millones


Dejó que el puro se consumiera como se había consumido su vida. Lentamente, sin grandes emociones. Sentado, esperó su turno.

Finalmente el gran temor anticapitalista había ocurrido: todo tenía un precio, hasta la vida humana.

En ocasiones anteriores el tema había ido in crescendo: tenían precio las intervenciones quirúrgicas, los órganos del cuerpo, los bebés, los vientres, los embriones. Pero ahora se había alcanzado el cenit comercial: el aliento, el latir, los sentidos y la razón pesaban fuerte sobre el plato de la balanza.

Esperaba su turno mientras el cigarro se quemaba, como se habían quemado sus pulmones de tanto fumarlos. No había sido una buena vida, no. Pero aún así quería recuperarla. La quería de vuelta, de nuevo consigo.

Dos hijos, un empleo extenuante y tres ex mujeres habían sido todo su reinado. Su huella en este mundo no había sido más profunda que la de una mariposa sobre una burbuja. Sólo había recibido facturas por cartas y firmado cheques en lugar de autógrafos. El momento más placentero era llegar a su casa luego de una larga jornada y aflojarse el nudo de la corbata.

Aún así la quería de vuelta. Aún así esperaba su turno.

Había ganado, había ahorrado, pero nunca había disfrutado. Los billetes apilados yacían inertes en algún banco hacedor de intereses. Siempre había pensado que en algún momento le servirían. No se había equivocado.

La voz angelical llamó su número. Se levantó, mordisqueó el cabo de su habano antes de escupirlo y caminó hacia la ventanilla.

El nuevo sistema divino era sublime: veinte millones, eso era lo que valía una vida humana. Ya no se podía decir que no todo tiene precio.

Con veinte millones depositados a su regreso en una cuenta especial uno podía volver a pararse en sus zapatos. Lo llamaban la resurrección de los muertos. Claro que no todos podían acceder a ella.