miércoles, 15 de octubre de 2008

Quince



No sé si las piezas del rompecabezas se iban acomodando cada una en su lugar o si estaban cada vez más desordenadas. Aquel apellido quedó haciendo ecos en mi mente.

“El nombre es Sabat, recuérdelo”.

¿Qué tendría que ver el hombre-de-gris con Julia? ¿Sabría Victorio algo acerca de ellos? ¿Habría cosas que mi compañero me ocultaba? La desconfianza iba en aumento junto con la resistencia de continuar con el viaje y la locura.

¿Debía perderme en aquellos ojos de nomeolvides y dejarme llevar por el sentimiento de un día? ¿O continuar con la aventura que pretendía darle sentido a mi vida?

La dicotómica situación sumada a la revelación de aquel apellido cual chimento barrial o chusmerío televisivo confundía aún más mi ya atormentada cabeza.

Decidí no contar las pocas verdades que creía saber y continuar con el engaño, pero seguro. Tenía la sensación en ese momento más que nunca de que volvería a ver a Julia. Es más, ella ya era parte de toda esta historia, y no estaba allí de casualidad. Claro, qué ingenuo había sido al pensar que una mujer de su belleza sería capaz de fijarse en mí, un simple mozo de barrio.

¿Habría querido advertirme el hombre-de-gris? ¿O tan sólo alejarme porque ella me llevaría alguna verdad importante? ¿Debía contarle a Victorio? No, lo mejor era seguir guardando mi secreto. Todo esto era algo que debía resolver yo solo.

Al terminar la excursión, la despedí en la puerta de su hotel, sabiendo que la volvería a ver.

Victorio me esperaba en nuestra habitación con una buena noticia: había encontrado la cuarta piedra en un pequeño museo de antigüedades que estaba en el pueblo.

- ¿Cómo intepretás “El Arcángel de Dionisio”, Valentín?

- Mmm… Yo diría que: San Rafael, Mendoza.

- Bueno, parece que nos esperan unas cándidas jornadas de bodegas entonces.

Al día siguiente volvimos a la ruta. Tomamos la 40 y comenzamos a bajar, nos esperaba un largo trecho. A medida que nos acercábamos al sur la temperatura iba diminuyendo en forma considerable.

Decidimos parar en San Juan y pasar una noche allí. Al atardecer, mientras Victorio acomodaba nuestras cosas en un hotel “una estrella” que quedaba cerca de la Terminal, aproveché para pasear por en centro de la ciudad. Las peatonales sanjuaninas no son más que eso: peatonales. Sin embargo, no tienen nada más que un par de metros que envidiarle a las porteñas o a las rosarinas. La plaza central también es muy linda, y está coronada con una gran fuente, como toda buena plaza de pueblo.


Llegué justo con el horario para poder subir a la torre de la iglesia, que funciona como punto de observación de la ciudad (y también como telo todo por $2 pesos, como parecía indicar el cartel que anunciaba: “A las parejas no se les permite permanecer más de 10 minutos arriba”).

La vista desde allí era fascinante. Sin embargo lo que más me sorprendió no eran los edificios, ni las sierras que a lo lejos podían contemplarse, sino la figura de un hombre vestido de gris sentado en un banco de la plaza.

Aunque me apresuré a bajar y cruzar la avenida, cuando llegué el hombre-de-gris ya no estaba.

Al volver al hotel Victorio ya estaba serruchando su quinto tronco, por lo que esperé hasta la mañana siguiente, de nuevo en la ruta, para decidirme a hablarle:

- Victorio, tengo que decirte algo.

- Te escucho.

- Mirá, me parece que nos están siguiendo.

- Sí, ya lo sé – Contestó indiferente mientras manejaba, sin quitar la vista del frente.

- Pero no me refiero a Funes ni a ninguno de sus matones…

- Lo sé, Valentín. ¿No me digas que aquel viejo zorro aún sigue usando su piloto gris?

5 comentarios:

Jardinero del Kaos dijo...

llegamos a la mitad? mas o menos...
mi aporte llego tarde en la anterior entrada, no tengo mas que elogios para con su aventura y bueno. dejo palabras:

-incesto
-infecto
-tormento
-fomento
-flamenco
-gallo de riña
-logia
-pentaculo(o divida en dos la palabra y use la que mejor se adapte o las tres)


le dejo un giño de ojo a lo cacho castaña!!!

l dijo...

Se me ocurrió otra cosa. Pero necesito tu ok.

¿Puedo mandarte una imagen para que, sumada a las palabras, te condicione o inspire?

¿O ya es demasiado?

Anónimo dijo...

Gut, Galán, gut.
Una única cosa: la última frase no lleva signos de interrogación; a lo sumo exclamativos.
Te pido codeandoté que metas un nombre, pero no sólo el nombre, sino algo de aquel que lo inspira:

RODOLF

Gesundheit!

El Niño Bidimensional.

Necio Hutopo dijo...

Gracias por invitarme al barrio... Ya me daré una vuelta por sus calles buscando un lugar donde reparen lugares comunes y bajen mis egos a las alturas de mi autoestima que está en el piso... En el piso 140 del Empire State, cabe aclarar... Que incluso cuando estoy un mucho deprimido hay que guardar las proporciones adecuadas...

Duquesa de Katmandu dijo...

Lindas las flores de la foto.
No te dejo más palabras porque el de más arriba (el segundo fan, creo) te dejó doblete, jaja.

Beso,