
Morales estiró el brazo y pinchó el último cubo de queso con su espadita de plástico. Arrieta utilizaba la propia para sacarse un pequeño trozo de jamón entre los dientes.
-¿Y qué pasó después?
-Cuando terminamos la nota, el camarógrafo y yo abandonamos la zona y nos dirigimos hacia el hotel. Sin embargo, nunca llegamos a destino: encontramos algo en el camino.
Todo este clima de misterio le molestaba bastante a Arrieta. ¿A dónde quería llegar este hombre con su historia? No había ido hasta Marruecos para toparse con el mismo pesado charlatán que podía cruzarse en Buenos Aires en la cola del banco.
-¿Qué encontraron?
-Un camión. Un inmenso camión todo forrado en lona negra, que no tenía por qué estar ahí. No es que sea un experto en las actividades de la Embajada, pero su presencia me sonaba muy extraña.
Arrieta al fin logró extraer la partícula de jamón. La miró un segundo clavada en el plástico antes de volver a comérsela.
-Entonces, como siguiendo un extraño impulso, esa suerte de instinto que tenemos los periodistas cuando olemos una buena nota, abandonamos el autobús y preparamos nuestro equipo.
Morales levantó el jarro y bebió un largo trago de cerveza. Se había arremangado la camisa por el calor, dejando ver en su antebrazo izquierdo la cola de un escorpión tatuado a la vieja usanza.
-¿Pensaban hacerle un reportaje al conductor del camión? “Hola., ¿lleva algo extraño ahí atrás, algo ilegal?”.
-Por supuesto que no. En realidad no teníamos nada preparado aún: sólo queríamos mirar más de cerca la situación. Nos escondimos detrás de unos arbustos y… esa fue la última vez que vi a mi compañero.
-¿Lo mataron?
-Unos tipos nos encontraron, nos preguntaron qué estábamos haciendo ahí… Osvaldo, mi camarógrafo, no entendía nada del idioma, se asustó y salió corriendo. Lo agarraron. Yo pude escapar. Lo último que vi era que lo subían al camión.
De pronto Arrieta sintió que la historia iba tomando un giro interesante. Por lo menos era lo más interesante que había escuchado desde que se encontraba en ese país.
-¿Cuándo fue todo eso?
-Anoche.
-¿Y no denunciaste su desaparición?
-No. No quiero a la policía en esto. Tengo un plan mejor.
-¿Y por qué me contás todo esto a mí?
-Decime, Alfredo, ¿vos trabajás en el puerto, no?
La media sonrisa se Arrieta se deshizo. ¿Este sujeto lo había estado investigando?
-¿De dónde sacaste eso?
-Tus manos te delatan… esos callos son de hacer nudos y acarrear bolsas. Tu piel está afectada por la sal del aire marino, ¿cuánto hace que estás acá? ¿Tres, cuatro años? Y no quería ser tan directo pero… tenés un poco de olor a pescado.
-Veo que sos detective en serio… ¿Qué querés, Morales?
-Necesito un barco. Leí en el diario que un buque zarpó esta mañana hacia España. Había una foto. El camión negro estaba arriba de la nave.
Arrieta reparó en el estuche oscuro, rectangular, de más de un metro de largo que se encontraba apoyado donde había visto a Morales por primera vez.
-¿Qué llevás en esa caja?
-Una guitarra.
-¿Y pensás negociar el rescate tocándoles una vidalita?
-Ja, no. Tengo algo mucho mejor que eso.
Morales metió una mano en su bolsillo y extrajo un pequeño paquete.
-Dije que yo escapé, pero no lo hice con las manos vacías.
Arrieta miró lo que Morales le mostraba. ¿Qué habría ahí adentro? ¿Pensaba negociar la entrega de su compañero por el contenido de ese paquete?
-¿Qué decís Alfredo? ¿Me vas a ayudar a salvar una vida?
-¿Y qué pasó después?
-Cuando terminamos la nota, el camarógrafo y yo abandonamos la zona y nos dirigimos hacia el hotel. Sin embargo, nunca llegamos a destino: encontramos algo en el camino.
Todo este clima de misterio le molestaba bastante a Arrieta. ¿A dónde quería llegar este hombre con su historia? No había ido hasta Marruecos para toparse con el mismo pesado charlatán que podía cruzarse en Buenos Aires en la cola del banco.
-¿Qué encontraron?
-Un camión. Un inmenso camión todo forrado en lona negra, que no tenía por qué estar ahí. No es que sea un experto en las actividades de la Embajada, pero su presencia me sonaba muy extraña.
Arrieta al fin logró extraer la partícula de jamón. La miró un segundo clavada en el plástico antes de volver a comérsela.
-Entonces, como siguiendo un extraño impulso, esa suerte de instinto que tenemos los periodistas cuando olemos una buena nota, abandonamos el autobús y preparamos nuestro equipo.
Morales levantó el jarro y bebió un largo trago de cerveza. Se había arremangado la camisa por el calor, dejando ver en su antebrazo izquierdo la cola de un escorpión tatuado a la vieja usanza.
-¿Pensaban hacerle un reportaje al conductor del camión? “Hola., ¿lleva algo extraño ahí atrás, algo ilegal?”.
-Por supuesto que no. En realidad no teníamos nada preparado aún: sólo queríamos mirar más de cerca la situación. Nos escondimos detrás de unos arbustos y… esa fue la última vez que vi a mi compañero.
-¿Lo mataron?
-Unos tipos nos encontraron, nos preguntaron qué estábamos haciendo ahí… Osvaldo, mi camarógrafo, no entendía nada del idioma, se asustó y salió corriendo. Lo agarraron. Yo pude escapar. Lo último que vi era que lo subían al camión.
De pronto Arrieta sintió que la historia iba tomando un giro interesante. Por lo menos era lo más interesante que había escuchado desde que se encontraba en ese país.
-¿Cuándo fue todo eso?
-Anoche.
-¿Y no denunciaste su desaparición?
-No. No quiero a la policía en esto. Tengo un plan mejor.
-¿Y por qué me contás todo esto a mí?
-Decime, Alfredo, ¿vos trabajás en el puerto, no?
La media sonrisa se Arrieta se deshizo. ¿Este sujeto lo había estado investigando?
-¿De dónde sacaste eso?
-Tus manos te delatan… esos callos son de hacer nudos y acarrear bolsas. Tu piel está afectada por la sal del aire marino, ¿cuánto hace que estás acá? ¿Tres, cuatro años? Y no quería ser tan directo pero… tenés un poco de olor a pescado.
-Veo que sos detective en serio… ¿Qué querés, Morales?
-Necesito un barco. Leí en el diario que un buque zarpó esta mañana hacia España. Había una foto. El camión negro estaba arriba de la nave.
Arrieta reparó en el estuche oscuro, rectangular, de más de un metro de largo que se encontraba apoyado donde había visto a Morales por primera vez.
-¿Qué llevás en esa caja?
-Una guitarra.
-¿Y pensás negociar el rescate tocándoles una vidalita?
-Ja, no. Tengo algo mucho mejor que eso.
Morales metió una mano en su bolsillo y extrajo un pequeño paquete.
-Dije que yo escapé, pero no lo hice con las manos vacías.
Arrieta miró lo que Morales le mostraba. ¿Qué habría ahí adentro? ¿Pensaba negociar la entrega de su compañero por el contenido de ese paquete?
-¿Qué decís Alfredo? ¿Me vas a ayudar a salvar una vida?