sábado, 5 de julio de 2008

Pensamientos empañados


Línea. Rostro. Línea. Rostro. La bruma me abruma. Enciendo el desempañador trasero y ahí vas apareciendo vos, tu rostro impávido. Dos cristales y un espejo nos separan. Veo tu carita ingenua y tardo en darme cuenta que el lunar que veo en tu diestra en realidad está en tu siniestra.

Línea. Rostro. Línea. Rostro. Cada vez veo un poco más de tu gesto, tus ojos, tus labios.

Imagino un encuentro más romántico, más genuino. Nos conocimos en Marruecos: yo vestía de blanco y vos portabas canesú dorado. Te cubrías del sol con tu sombrero de anchas alas y encendías un cigarro con una larga y fina boquilla. Me acercaba a darte fuego, ya que tu chispero no reaccionaba, y tu sonrisa me invitaba a conocerte.

Bebíamos vermú, reíamos, me insinuabas noches con tus piernas bajo la mesa. Yo arrancaba flores del costado de un camello y te las ofrecía con indiferencia. En tu copa, un anillo de diamantes.

Pero no. Estábamos en la General Paz, el tránsito era un caos, llovía, y yo te observaba, desde el espejo retrovisor de mi Peugeot 504, a través de un vidrio que no terminaba de desempañarse.

Un segundo antes de que la marcha reanude, tu mirada parece conectarse con la mía. No, en realidad la apariencia está en la marcha: los autos no se mueven. Nuestros ojos sí se miran.

¿Y si bajo y te invito? Una locura. Situaciones de Cortazar o de publicidad de cigarrillos.

¿Me sonreís? ¿Me mirás a mí o a tu propio espejo? Ah, te arreglás el maquillaje, claro. Cualquier ocasión es buena para mirarse. Lástima los espejos. Sólo sirven para mirarse a uno. Por fuera.

Aunque yo te miro a vos, y sí, por fuera también, pero te veo al revés. Y veo tus ojos, que son otros espejos. Y aunque la distancia no es la adecuada, creo que puedo adivinarte. Sí, tenés un hijo, pero estás separada. Hoy es domingo, debe estar con su padre, y vos volvés de la casa de una amiga en Pilar. El auto es tuyo, sos independiente.

No, no. Sos casada, pero estás aburrida. Sí, es eso. Saliste a buscar un amante. Y nunca pensaste que lo ibas a encontrar en un embotellamiento en la General Paz, a la altura de Villa Madero.

Movimientos, la marcha esta vez sí se reanuda. Pero un golpe. Me tocaste el auto.

Voy a tener que bajar.

5 comentarios:

Duquesa de Katmandu dijo...

Hola galán:
Lindo relato.
Me equivoqué en el voto, en realidad nunca me gustaron los pitufos, prefiero la pantera rosa y el inspector...
Saludos,

g. dijo...

No sé bien por qué, tal vez es por el 504 o por la situación de andar tanto en auto, pero me da la impresión que el que maneja era tachero... que eso le pasa a todo momento.

Anónimo dijo...

meeeeeeeeeeen!!!!, seguis tan ocurrente como siempre, me imagino que te estas preparando para ir a ver al caballero nocturno(no. no me refiero a ese taxi-boy que frecuentas) el 17 se estrena la nueva del batiorejas(guy gardner dixit) nos vemos. bluebeetle

Anónimo dijo...

yes yes yes
Un nuevo éxito de su parte.
Considérelo para un proyecto de doctorado.
Saludos.

El mensajero de los astros.

PD: un voto para g, jeje

Giselita dijo...

No lo puedo creer!! Estaba volviendo a leer el 2008 y encontré uno que no tenía mi comentario.
Imperdonable.
Demás está decir que el relato es excelente.
Besos