miércoles, 28 de enero de 2009

Detrás de la flor: entrevista al Galán de Barrio


Ingreso en una habitación vestida de blanco y alfombrada de azul. En la pared contraria a la puerta se deja ver un cuadro hecho con la tapa de un disco de Sandro. A un costado, sobre una biblioteca repleta de libros de filosofía –“La mayoría de los cuáles aún no leí”, me confesaría luego- descansan dos katanas japonesas en su atril. En la mesita de luz una bola de luces gira, llenando de círculos de colores el cuarto. A su lado descansa un habano fumado por la mitad –“Quedó así desde el día de mi graduación”, me dirá luego. Una voz cálida me invita a sentarme en la cama de dos plazas. El Galán me recibe envuelto en una bata de seda negra, medias y ojotas. Aunque alguna vez se autodefinió como “Retroalternopop”, todo aquí tiene un aire bastante kistch, o, como solemos decir por el barrio, “Glamour grasa”.

¿Qué tal, Galán? ¿Puedo llamarlo así, verdad?

No.

Ah, ¿y cómo prefiere que lo llame?

Juan estará bien.

Bien, Juan entonces…

¿O por qué no mi nombre completo?: Juan Pablo Antonio Ego Coraje Actitud Vazquez.

Ehhh, sí, claro, Juan… Bueno, como usted sabe, su blog está cumpliendo las cien entradas, motivo por el cual hemos decidido hacerle este pequeño reportaje, para que su público pueda conocerlo un poco más. Sabemos que es bastante reservado, y que nunca habla en forma directa. Por ejemplo, ¿por qué nunca contesta los comentarios que le dejan?

En primer lugar, sí los contesto. Los contesto cuando hay algún interrogante que responder, claro. ¿O acaso usted responde a locuciones que no son preguntas? Cuando me dejan alguna, la contesto, pero en el lugar que corresponde: es decir, en el blog de la persona que preguntó. ¿O cuando le llega un mail usted lo responde en su propia casilla? No, claro que no, eso sería ridículo. Uno debe contestar a la casilla del mail de la persona que le escribió, es lógico.

¿Pero no cree que eso haría perder el hilo de los comentarios?

¿Hilo? ¿Y quién dijo que los comentarios deben tener un hilo? La trama está en el texto, los comentarios son los comentarios, hay que separar las cosas…

¿Y en segundo lugar?

Ah, sí, claro, empecé diciendo “en primer lugar”, eso me obliga a tener al menos un segundo… Bueno, si me da un segundo se lo contesto.

Bien, tiene su segundo.

¡Gracias! Es el segundo que necesitaba. Ahora sí, sigamos, por favor.

De acuerdo. Estábamos en la conexión con sus lectores…

Ah, sí, los lectores. ¡Los maravillosos lectores! ¿Sabe qué es lo mejor del blog? ¡La posibilidad de que le dejen comentarios! Yo siempre escribí revistas, o libros… y ahí si alguien lo lee uno ni se entera. Son muy pocas las personas que se acercan a hacer una devolución de lo leído. En cambio el blog es magnífico: uno puede saber aproximadamente cuánta gente lee lo que uno escribe y si le pareció bueno o no. Esta posibilidad de devolución por parte de los lectores es lo más maravilloso… es el equivalente del aplauso para el actor o para los músicos.

Bien, y cuénteme…

¡Un momento! ¿Por qué lo que dice usted está resaltado y lo mío no?

No se preocupe, Galán, es sólo para distinguir lo que afirma cada uno, no por una cuestión de preferencias.

Si es por eso está bien, mi querido reportero imaginario. Sigamos.

Sí. Quería que me cuente algo más de su vida, su perfil no dice muchas cosas.

Bueno, es que no me gusta exponer mis intereses así tan abiertamente, sin que nadie los pregunte. Si alguien me quiere conocer, que me lo diga y listo. Mi dirección de mail está ahí disponible. De todos modos, si se fijan en las imágenes que hay acá al costado, dicen mucho acerca de mis gustos. Pero dejemos de hablar de mí, por favor. Mejor pasemos a mis escritos (Risas).

¡Ey! ¿Cómo hice para reírme entre paréntesis?

Oh, es algo muy común en los reportajes, no se preocupe. Y ni siquiera hace falta que sea gracioso lo que diga (Risas)

Lo veo (Risas)

(Risas)

(Risas)

Ok, basta. Entonces cuénteme sobre sus escritos, ¿cuándo comenzó a escribir?

Bueno, en mi vida encuentro tres años claves. El primero fue 1989. Comenzaba la escuela primaria y me había dado cuenta que me gustaba mucho dibujar. Ahí fue cuando creé a los Perros: unas criaturas circulares, de color verde y ojos saltones, que en nada se parecían a los susodichos canes. Llegué a crear más de 400…

¿Y cuándo se dio cuenta que el dibujo no era lo suyo?

Bueno, a mí siempre me gustó contar historias. Así fue que empecé a realizar mis propias historietas. Primero, inventaba Caballeros del estilo Caballeros del Zodíaco, hasta que finalmente llegamos al segundo año clave: 1996, fecha de nacimiento del Hombre Vinchuca.

¿Hombre Vinchuca?

Un superhéroe, sí. Ya le dedicaré alguna entrada. Por ahora sé que mi amigo el Jardinero del Kaos lo ha nombrado en alguna de sus aventuras. Finalmente, luego de cinco historietas renuncié a los comics. Durante 1999 y 2000 comencé a escribir para la revista del Centro de Estudiantes de mi colegio, llamada Duro con Ellos. Pero fue en 2001, cuando empezaba el CBC para la carrera universitaria, cuando escribí mi primer texto en serio Conclusiones filosóficas, una sátira a la forma de redactar de los filósofos contemporáneos.

Y a partir de ese año se dedicó a la escritura.

Claro, así fue. Durante 2002 escribí Vánder, mi primer novela, que logré publicar por una editorial chica al año siguiente, pero ya no quedan ejemplares, ni editorial. En 2003, junto a mis amigos Agustín Dib, Luciano Vecchio y Juan Milanese, realizamos la revista Tocate comics. Fue un solo número, pero valió por mil, es que hicimos mil ejemplares. A esa revista pertenece el cuento Yo Nadie. Luego, a comienzos de 2004 terminé La totalidad del ser: economía y agresividad, mi segundo libro. Se trata de la traducción de la obra de un colega, el magnánimo Henry Töpf.

¿Y por qué los nombra así, subrayados?

Ah, porque acabo de crear hipervínculos. Es que ese cuento y un texto del libro de Töpf fueron publicados en este blog. En ese año también escribí el único cuento por el cual recibí un premio alguna vez, un 4º lugar en un concurso local… Se llama Desliz emocional, y también puede leerlo por aquí (lo dividí en seis partes porque me parecía muy extenso para una sola entrada).

Bien, veo que también sabe hablar entre paréntesis. ¿Y cómo siguió la cosa?

En 2005 junto a un grupo de amigos creamos la revista Mitin. En ese entonces me hacía llamar Sigfrid von Haussen y mis compañeros eran Nathan Adler, Rulo Liboy, Ramón Toro, Amendoim, y El Nebulín que luego cambió su nombre a Le Nebulán, por razones obvias. Salieron 26 números y en cada uno se trataba un tema diferente. El relato Estertor fue escrito para esa revista. Y el texto La parábola de los Siete Maderos perteneció originalmente a ella, aunque luego formó parte de Placebo, mi tercer libro, escrito a finales de ese mismo año. Ah, también publiqué un comic, Encuentro, para la revista Virus. Pero esta vez sólo hice el guión, el dibujo estuvo a cargo del maestro Dib.

Bien, ¿y qué pasó en 2006?

En 2006 publiqué otro comic, Mar del Plata, también con dibujos de Maese Dib. Este muchacho el del blog Caos, mire, acá le hago un hipervínculo también por si le interesa ver sus trabajos. Luego escribí algunas cosas en el fotolog que tenía por ese entonces. Algunos textos como El Masajista, Dados, Literatura Sanitaria y El flato y las relaciones humanas son de esa época. En 2007 creé la revista Vitel Toné, que duró 13 números. Los textos Los Lunaquesistas, y Reflexiones sobre el tiempo nacieron en esa revista.

Y finalmente llegamos a 2008…

En 2008 nace Galán de Barrio, el blog que está en sus manos… digo, en sus ojos… bueno, como sea. El Barrio está compuesto en su mayoría por textos cortos, autoconclusivos, aunque hay algunas mini sagas, como la Opereta en tres actos (Más leche que café, Doble con crema y Triple de jamón y queso) y el cuento Papá Noel no existe. Pero la historia más importante que se formó en este blog fue Treinta y uno: durante todo el mes de octubre, cada día subía un texto nuevo continuando el anterior, hasta completar los 31 días. La gracia era que los lectores podían dejarme palabras en sus comentarios que debían aparecer en el texto del día siguiente. De ese modo no había forma de tener algo ya preparado: el texto se publicaba fresquito cada día, con las palabras que me habían dejado. Por suerte por ese entonces me comentaban sólo tres o cuatro personas, si no me hubiera vuelto loco. Igual mi amigo el Jardinero estuvo a punto de lograrlo, con las balas que me tiraba a la cabeza. En fin, le debo un profundo agradecimiento a todas aquellas personas que me acompañaron en esa aventura. Si le interesa leerla, le recomiendo que empiece por el Cero.

Bueno, veo que siempre ha tenido una buena relación con sus lectores.

La mejor, sin lugar a dudas. Es gracias a ellos que el Barrio está cada día más lindo.

Y además fueron surgiendo varios personajes en el Barrio, algunos de los cuales han aparecido en más de una historia, ¿verdad?

Cierto, gracias por notarlo. Y en la entrada anterior, la noventa y nueve…

Claro, la 99, ahora entiendo…

…la mayoría de ellos se encuentran en un bar. Así que si alguien se quedó enganchado con alguna de sus historias, no tiene más que entretenerse buscándolos por el blog. También pueden buscar a Wally, que por ahí anda.

Luego de esta entrevista, ¿piensa continuar con la ficción?

Que, ¿esto fue real? Ahora necesito tomar algo, tanto hablar me agobia. ¿Quiere un fernet?

Acepto su ofrecimiento y brindamos por las letras, internet, la libertad de expresión y el chocolate en rama. El grabador quedó encendido, pero el resto de la entrevista es inaudible, ilegible e inenarrable.

domingo, 25 de enero de 2009

Sucesos ocurridos en el Bar Albatros



El bar es pequeño pero confortable. Mesas y sillas de madera ilustran su parafernalia. Una rockola deja escuchar como un silbido un viejo tema de The Doors.

En una mesa cerca de la puerta de entrada Rocambole y Somosa discuten acerca de un proyecto que jamás llevarán a cabo. Rocambole pide un café, sin medialunas, porque considera que comer es una pérdida de tiempo. Somosa sólo ordena un agua sin gas, su compañero ha llegado un poco tarde y la espera le provoca sed.

Afuera llueve. Sobre el vidrio se acumulan y deslizan las gotitas en lenta carrera hacia el marco de la ventana. Junto a ésta, dos locos mantienen un diálogo desconcertante y descoordinado. El primero insiste en llamar doctor al segundo, quien se alegra de que a su falso paciente ya no le duelan los meses, aunque eso no signifique que ya esté curado.

En la otra punta del bar dos desconocidos intercambian palabras en una mesa. Él viste un elegante traje de seda, denotando prolijidad y pulcritud. Perfectamente afeitado, la cabeza totalmente calva. Ella porta un escote profundo y una falda demasiado corta, regalando a los comensales su mejor sonrisa imberbe. Él la recordará más tarde en la ducha. Ambos ignoran que sus muertes están próximas.

Apoyados sobre una pequeña mesada de madera que da hacia otra de las ventanas, dos jóvenes toman un cortado mientras mantienen una de sus clásicas charlas negras. No dejan pasar ninguna mujer fuera de su vista: no importa de qué estén hablando, el radar capta-féminas siempre está encendido. Hace rato que relojean a la chica del escote profundo. Uno de ellos también la recordará más tarde, aunque con mejor suerte.

Los personajes más extraños del lugar son los cuatro señores que juegan al truco en un rincón. Un equipo está formado por un anciano de barba blanca y otro un poco más joven de barba negra, ambos vestidos con llamativos colores. La segunda pareja la conforma otro barbudo blanquecino algo excedido de peso y un hombre de color. Van ganando estos últimos por tres tantos.

Un hombre solitario y despeinado abandona por un momento su cuento de misterio favorito y se pierde en sus cavilaciones. Recuerda la huida de un portazo de su casa, el viaje en tren donde se sintió miembro de una docena de tristeza y el sueño que lo hizo reflexionar acerca del devenir de la vida y la falta de elección en el nacimiento.

Johnny John entra y pide permiso para ir al baño. En su bolsillo lleva tres brújulas dispares. Ninguna de ellas apunta hacia el Norte.

Cerca K teclea en su notebook barata poesías cortas, melancólicas y carentes de métrica mas no de rima. Se detiene un instante para buscar esa palabra exacta que describe la situación que describe. Le da un sorbo a su bebida negra predilecta y continúa dándole vida a una nueva historia. Sabe que si algún día dejara de escribir se detendría el mundo.

Mientras tanto Valentín, el dueño del bar, contempla lo que ha logrado desde el otro lado del mostrador. Recuerda un viaje, una aventura que lo hizo ganar y perder muchas cosas. Sonríe y brinda en el aire en honor a un amigo ausente.

miércoles, 14 de enero de 2009

Las aventuras de Rocambole. Hoy: sobre el hombre en el día y sus partes (las del día)



Rocambole siempre había tenido la misma discusión con su madre: según él, el orden de las partes del día era mañana-tarde-noche. En cambio, según su progenitora, la noche venía primero, y luego la mañana y la tarde, ya que cuando comienza el día es de noche. Sonaba coherente, aunque poco intuitivo.

Sea como sea, a Rocambole la parte del día que más le gustaba era la noche. No sólo por lo que ella implica (salidas, descontrol, joda), si no que todo lo que a él le gustaba hacer le gustaba más si lo hacía de noche: leer, escribir, caminar, escuchar música, manejar, dormir, charlar con un amigo, mirar las estrellas. La noche era el momento perfecto para hacer todas esas cosas (sobre todo mirar las estrellas, ya que de día se le complicaba un poco).

También comer tenía su encanto de noche. Aunque el tópico “comer” merece un párrafo aparte en la vida de nuestro héroe. A Rocambole no le gustaba comer. Lo sentía como una pérdida de tiempo. Como algo que los seres vivientes estamos obligados a hacer para mantenernos en nuestra existencia como tales. Comer implica dejar de hacer otras cosas que sí le gustan. Rocambole definía el acto deglutatorio de forma negativa: “¿Qué es comer?” “Es no-dormir, no-leer, no-escribir…”.

Pero volvamos al día y sus partes. A la madrugada la consideraba como parte de la noche: le encantaba salir a la ruta a esa hora, antes que el sol, cuando todavía está fresco en verano. Viajar de madrugada, tomando mate con facturas, era algo que disfrutaba mucho.

Sin embargo, Rocambole odiaba la mañana: cuando el astro dorado está bien arriba, molestando en los ojos, y la gente camina siempre tan apurada. La calle está llena de autos y ruidos. Y el sueño siempre está presente. Rocambole no soporta (y nunca pudo adaptarse a) levantarse temprano. Siguiendo la teoría de su amigo Jardinero, opinaba que para despertarse bien era necesario que la hora ya tuviera dos dígitos.

Mas hay algo que rescata de ese momento del día: el sexo mañanero. Despertarse con la persona amada y hacer el amor sin salir de la cama. Rocambole decía que eso era lo único que justificaba la mañana.

De la tarde, destacaba las siete: era su hora preferida. Sobre todo cuando vuelve de la playa, se baña y sale a pasear, a hacer compras. O se encuentra con un amigo a tomar un café, mientras el sol se va despidiendo dando paso a su amada noche.

A todo esto, ¿qué hora era? Rocambole mira el reloj y recuerda que debe llamar a una persona. Toma la agenda y busca su número telefónico en la “S”.

sábado, 10 de enero de 2009

Vida Gris



Somosa mira el reloj y espera. Hace más de media hora que está sentado al lado del teléfono. Espera una llamada que puede cambiar su vida.

La silla es vieja, de madera, demasiado recta. No se siente cómodo. Se encuentra en una oficina antigua, con un escritorio de metal, gris plomo, tapizado por un paño verde oscuro, algo roto.

Somosa mira el reloj y espera. Hace 52 minutos que está sentado al lado del teléfono.

Sobre el escritorio hay un vaso vacío. Una máquina de escribir, sin hojas. A su lado, una pila de papeles amarillentos escritos a máquina. En la primera línea de la primera hoja se puede leer su nombre y su apellido. En la última línea de la última hoja dice “fin”.

Somosa mira el reloj y espera. Ya pasó una hora y doce minutos.

El vaso vacío tenía agua. No hay más. Somosa tiene sed, pero la cocina está a dos habitaciones de distancia. ¿Se escucharía el teléfono desde allí?

Somosa tiene sed. Mira el reloj y espera.

El teléfono es gris, y los números se ubican alrededor de un disco. Si quisiera marcar, tendría que meter los dedos en él. El cable es color manteca, enrulado. ¿Y si sonara justo cuando él no está?

Somosa espera. Ya pasaron 108 minutos.

La sed comienza a hacerle picar la garganta. La oficina se encuentra herméticamente cerrada. Sólo tiene un gran ventanal de vidrio, que junto con la luz deja pasar al otro hijo del sol. Afuera hace 38º. Adentro tal vez más. El ventilador gira demasiado lento, y sólo revuelve el aire caliente.

Somosa mira el reloj y espera. Dos horas y cuarenta minutos lleva allí sentado. Las gotas de sudor caen por su frente y mojan el cuello de su camisa.

Piensa en la cocina. Piensa en la heladera. Piensa en el agua fría que hay dentro de la botella. Mira el vaso vacío. Se limpia el sudor de la frente. Mira el teléfono silente.

Tres horas y quince minutos. Se arremanga la camisa, se afloja la corbata, se saca los zapatos. Pero no se levanta. Mira el reloj y espera. ¿Y si justo sonara el teléfono?

Somosa mira el reloj. Ya lleva más de cuatro horas allí. Siente una tormenta de arena en su garganta. Mira el teléfono. Mira el vaso vacío. Mira las hojas amarillentas. El teléfono. El vaso vacío.

Somosa se levanta rápidamente y se dirige hacia la cocina. Atraviesa el largo pasillo del corredor, abre la pesada puerta. Abre la heladera. Abre la botella. Toma desesperado del pico, apagando el fuego de su garganta. De pronto cree escuchar un ring sonando a lo lejos. Deja la botella y camina rápidamente hacia la oficina.

El teléfono no suena. ¿Habría sonado? ¿Había cerrado la puerta de la heladera? ¿Por qué no había traído la botella consigo?

Somosa se sienta y espera. Mira el reloj, luego el teléfono. Espera una llamada que puede cambiar su vida.

jueves, 8 de enero de 2009

Reflexiones sobre el tiempo (Anexo)



En El efecto mariposa se da un caso parecido al de Volver al futuro: un tiempo ramificado, donde cada cambio provoca nuevas líneas, pero donde sin embargo el que realizó el cambio, al volver a su tiempo, en lugar de hacerlo sobre su línea lo hace sobre la nueva que creó. Y ahí está el error. Sin embargo, lo que me parece bueno de esa película es que cada vez que Evan Treborn regresa a su tiempo, su cerebro se llena de todos los recuerdos de todas las cosas que vivió en el lapso de tiempo que transcurrió entre el momento en que viajó y el momento en el que realizó el cambio.

Por otra parte, otro ejemplo de tiempo lineal en el que nada se puede cambiar es Harry Potter 3: cunado Harry y Hermione utilizan el girotiempo viajan unos minutos hacia el pasado y allí Harry se salva a sí mismo enviando un Patronus. Sin embargo, todo transcurre en forma lineal: por eso primero vemos al Harry salvado (que desconoce que es él mismo quien lo está salvando) y luego llega el momento en el que Harry viaja para salvarse. Es decir, viaja al pasado pero no cambia nada, porque su salvación ya había ocurrido en esa misma línea de tiempo.

Por último, el mejor caso de manejo de tiempo ramificado que conozco es el de Dragon Ball Z. Allí cada vez que Trunks viaja al pasado y modifica algo, crea una nueva línea de tiempo. Sin embargo, cuando él vuelve a su tiempo, nada ha cambiado, porque regresa al futuro de su línea original. Es decir que el pobre saiyajin viaja para salvar el futuro de sus amigos, pero no el suyo propio, porque no es posible cambiar ninguna línea temporal, sino sólo abrir líneas nuevas. Por eso es que vemos que a Cell lo asesinan tres veces (uno es el Cell del presente, no desarrollado; el otro es el Cell que vino del futuro, el cual es asesinado en el presente; por último, cuando Trunks regresa a su tiempo se encuentra con el Cell del futuro que todavía no viajó y lo vuelve a asesinar allí) y a los androides 17 y 18 dos veces (una en el presente, que son absorbidos por Cell, otra en el futuro, cuando Trunks vuelve a su línea original). Parece complicado, pero para verlo bien sólo basta con ponerse a dibujar las diversas ramificaciones temporales.

Si me acuerdo de más películas con viajes en el tiempo vuelvo…

Reflexiones sobre el tiempo



Hay varias formas de concebir el tiempo: circular, lineal, elíptico. Además, siendo lineal, puede ser uniforme o ramificado (sin pensar un tiempo reversible).

Me gusta pensar que el tiempo es lineal y uniforme, que nada puede ser cambiado. En películas como 12 monos o la saga de Terminator esto es así: por más que uno viaje al pasado, no puede cambiar nada. ¿Por qué no? Fácil: porque el viaje en el tiempo ya había sido hecho. Digamos que yo viajo al pasado para evitar que suceda un accidente. Pero el accidente sucedió, obviamente, si no yo no viajaría para evitarlo. Y si sucedió, es porque no lo pude evitar. Pongamos años: yo, desde mi presente de 2007, viajo a 2002 para evitar un accidente que ocurrió ese año. Lo cierto es que en el correr de los años de un tiempo lineal uniforme, éstos se fueron sucediendo ordenadamente: …1998, 1999, 2000, 2001, 2002, 2003… etc. En el año 2002, mi “yo del futuro” (o sea, de 2007) ya estaba ahí. Y, por supuesto, no pudo hacer nada para evitar la tragedia, porque de hecho sucedió. Es más: por paradójico que suene, hasta mi yo mismo de 2007 puedo haberla causado. Así es que viajó en el tiempo para evitar un accidente que su propio viaje fue lo que lo causó. Algo parecido sucede, por ejemplo, cuando John Connor envía al pasado al hombre que va a ser su padre. O cuando James Cole viaja al pasado para recolectar información sobre una epidemia que, indirectamente, su propio viaje causó.

Otra forma de tiempo lineal es la que permite “jugar con el tiempo”, logrando pequeños cambios que tal vez no sean tales. Por ejemplo, lo que sucede en la película Bill & Ted. Supongamos que me quedé encerrado en una habitación. Supongamos también que poseo una máquina del tiempo, pero que no la tengo ahí en ese momento. Yo podría jugar en el tiempo de la siguiente manera: sólo tendría que pensar “Cuando salga de aquí –porque supongo que en algún momento voy a salir- viajaré al pasado, vendré a esta habitación y colocaré una llave en este cajón”. Perfecto. Ahora, abro el cajón y ¡Voilá! La llave está ahí. Cuando salga no tendré que olvidarme de viajar al pasado para dejarla. Sin embargo, se ve que no me olvidé, porque la llave de hecho está en el cajón.

El tiempo ramificado es el que te permite cambiar las cosas: al viajar al pasado y cambiar algo, creamos una nueva línea temporal, que a partir de ese momento correrá paralela a la que conocíamos. El problema es: ¿Qué pasa con la línea temporal original? Podría continuar su rumbo, por lo que existirían dos líneas diferentes. O tal vez podría desaparecer completamente. Pero el problema aún mayor es: ¿Qué sucedería conmigo? Si yo viajé al pasado y cambié algo, cuando vuelvo al presente, ¿a qué presente vuelvo? Si vuelvo al de mi línea original, entonces no habrá cambios. Y si vuelvo al de la línea paralela, bueno, ahí debería haber otro yo, el que siguió con aquella continuidad, y que nunca hubiese viajado al pasado a realizar aquel cambio porque no lo hubiera necesitado. Este es el error fundamental que comete la saga de Volver al futuro: Marty cambia las cosas y sin embargo él sigue siendo el mismo. Crea una línea paralela pero vuelve a su propia línea, ¡y todo en ella está cambiado! De todas formas, amo a esa película…

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Publicado originalmente en la revista Vitel Toné (2007)

lunes, 5 de enero de 2009

Los Lunaquesistas


Bien es sabido que, dentro de los campos del saber, es extremadamente difícil, por no decir imposible, afirmar algo que no se haya dicho ya. Y, si por una de esas casualidades de Alá, alguien “descubre” (inventa) algo que parece nuevo, ya se convierte en miembro de su propia escuela. Tal es así que, a partir de entonces, si este hombre ha afirmado que la Luna es de queso, no tardaremos en ver aparecer a toda una serie de sujetos que pronto se harán conocer como los “lunaquesistas” (nombre con el cual, probablemente, no se reconozcan a sí mismos desde un comienzo, sino sólo después de un tiempo de ejercer sus investigaciones, y, tal vez, hayan sido apodados de esa manera por sus críticos).

Bien, eso fue exactamente lo que le pasó a Jaime Laurel, filósofo oriental (oriundo de Canelones) que, como burla a tales escuelas de pensamiento, afirmó aquella tesis. Así fue como surgieron, sin que él lo haya querido, sus seguidores, los lunaquesistas, que afirmaban junto con su apócrifo creador que la Luna estaba compuesta de aquel lácteo.

Por supuesto, sus detractores no tardaron en aparecer: aquellos que negaban la hipótesis de Laurel, eran conocidos como los antilunaquesistas. Y, como era de suponer, haciendo una síntesis entre ambas posturas antitéticas, surgió el neolunaquesismo (frente al cual, el lunaquesismo original fue bautizado como lunaquesismo clásico), que afirmaba que la Luna era de queso, pero sólo la parte visible de ella, mientras que de la cara oculta no podía afirmarse nada.

Dentro del lunaquesismo clásico, era posible diferenciar aquellos que defendían un lunaquesismo fuerte, según el cual la Luna era de queso Gruyere, de los integrantes del lunaquesismo laxo, quienes, si bien aceptaban la tesis de que la Luna era de queso, no eran capaces de afirmar de cuál queso se trataba.

También estaban las posiciones intermedias: la Luna era mitad de queso, mitad de piedra; o, en su interpretación más bizarra, la Luna era de jamón y queso. Los filósofos argentinos no quisieron quedarse afuera de esta discusión. Para ellos, la Luna era de queso Mar del Plata.

Sea como sea, la Luna es la Luna y el queso es el queso, y mal no vendría acompañarlo esta noche con unos trocitos de mortadela, leber, pancito y una cerveza.

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Publicado originalmente en la revista Vitel Toné (2007)

sábado, 3 de enero de 2009

Padre Nuestro



Padre nuestro que estás en el Cielo

Santificado sea tu nombre

Venga a nosotros tu Reino

Hágase tu voluntad

Así en la Tierra como en el Cielo

Danos hoy nuestro pan de cada día

Y perdona nuestras ofensas

Así como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden

No nos dejes caer en la tentación

Y líbranos del mal


Amén


jueves, 1 de enero de 2009

Papá Noel no existe (Parte 7 ¡Finale!)



-¡No puede ser! ¡Es el Desmitificador! - Gritó Melchor.
-¿El qué? –Preguntó Papá Noel.
-El Desmitificador –Aclaró Perestein-. Es un borrador de mitos y leyendas. Si te tocan con su luz, no sólo desaparecerás si no que también serás olvidado por todos los seres vivos.
-Increíble, no tenía idea de que existiera algo como eso.
-¿Te acordás del Pato de Noviembre? ¿O del Hombre Alegre y su amigo Cocó Pepé?
-Ni idea, ¿quiénes eran?
-Ellos eran seres tan populares como nosotros. Fueron disparados con el Desmitificador hace algún tiempo y ahora ya nadie los recuerda.
-¿Y por qué vos sí?
-Porque tomé la precaución de guardar cierta información sobre ellos. Igual, esos papeles poco a poco se fueron borrando. Es más, ya ni siquiera estoy seguro de que esos eran sus verdaderos nombres... ¿De qué estábamos hablando?
-No lo sé, pero me dieron unas extrañas ganas de comer pato…

-¡Tené cuidado con lo que hacés con eso! – Exclamó Melchor.
-¿Qué pasa? ¿No confiás en mí? –Baltasar gritaba con el rostro desencajado por la ira- ¿Pensás que soy un inútil?
-No, Baltasar, no. Perdón, nunca quise decir eso.
-Nunca desconfiamos de vos, Baltasar – Agregó Gaspar.
-¡No los escuches, Balti! –Papá Noel lo alentaba desde el otro lado- ¡Ellos siempre te usaron! ¡Ve la realidad!
-¡Callate gordo estúpido! ¡No quieras cambiar las cosas! –Siguió Melchor- Baltasar, perdón por lo que dije, estaba muy nervioso y no supe medir mis palabras.
-¡Eso es mentira! ¡Siempre te consideraron inferior! ¡VE LA REALIDAD!
-¡No te metas en esto!

Baltasar giró su cabeza y apuntó con el arma a Noelman:

-¡Con vos todavía no he terminado!
-¡Eso es Baltasar! ¡Acabá con él! ¡Terminá ya con ese farsante mito de Papá Noel!

El Rey Negro no sabía qué hacer. Miraba hacia uno y otro lado, apuntando a todos con la peligrosa arma. Por un momento pensó en hacerlos desaparecer a todos y convertirse él en el Rey de las Fiestas. Sin embargo borró rápidamente ese pensamiento de su cabeza, considerándolo horrible. Volvió a mirar a sus dos compañeros. Luego dirigió su mirada hacia Papá Noel y levantó el Desmitificador.

De pronto los cielos se pusieron negros y una voz profunda pero serena exclamó:

-Ya no peleen.

Una figura humana rodeada de luz comenzó a descender lentamente. Tenía una túnica blanca, sandalias, barba y pelo largo.

Siete trompetas comenzaron a sonar desde las alturas y empezó a llover sangre, justo cuando la misma voz habló, ahora algo irritada:

-¡Basta che, basta! ¡Todavía no!

Inmediatamente el cielo volvió a aclararse, desapareció la sangre y las trompetas se callaron.

-¡Estos ángeles, siempre lo mismo! Cada vez que se me da por bajar a la Tierra se creen que es el Apocalipsis.

La figura terminó de descender y apoyó sus pies sobre la ruta cercana. Todos comenzaron a acercarse lentamente hacia Él. Al reconocer al Mesías, los Reyes Magos se arrodillaron y comenzaron a adorarlo.

-¡Es Jesús! ¡Ja, no lo puedo creer! –Papá Noel no salía de su asombro. Al fin tenía la oportunidad de conocer a aquél por quien se suponía que se festejaban las navidades.

-¡Levántense, Reyes de la Tierra! No es a mí a quien deben adorar.
-¡No, no, esperen! ¡Quédense así, un ratito más! – Papá corría como un niño, mientras sacaba su celular del bolsillo- ¡Déjenme sacarles una foto, esto es increíble!
-Por Dios, ¡qué patético! – Dijo Melchor.
-Discúlpeme, Señor Jesús, ¿podría correrse un poquito más atrás? Así entran mejor.
-¿Así está bien?
-Sí, sí, genial. Quédense quietitos un segun… ¡Señor, cuidado!

Jesús miró hacia el costado pero ya era demasiado tarde: un camión Scania doble acoplado se acercaba a toda velocidad. Sólo atinó a decir:

-¡OH, NO OTRA VEZ! ¡PADREEEEE!

El vehículo pasó a toda velocidad, llevándose consigo el cuerpo de Cristo. Amén.

-¡MATASTE AL MESÍAS! – Gritó Gaspar fuera de sí.
-Bueno, yo… Perdón, fue sin querer.
-¡Judío tenías que ser! –Exclamó Melchor- ¡No sólo te robaste la Navidad, si no que ahora también asesinaste a Cristo!
- Ahora sí que sobran los motivos para asesinarte – Concluyó Baltasar, apuntándole con el arma.

-¡ESPEREN!

Una vez más la dulce voz del Rey de Reyes se hizo escuchar. La figura de Jesús volvió a aparecer envuelta en luz.

-¡Mi Señor! ¡Ha resucitado! – Dijo Gaspar.
-¿Pero cómo? ¿No se tardaba tres días? – Preguntó Alberto, el Conejo de Pascua.
-Los tiempos han cambiado, ahora sólo son tres minutos – Aclaró el Señor.
-Mmm… yo no estoy seguro de que sea realmente Jesús que ha resucitado- Dijo por lo bajo el Ratón Pérez al Viejo de la Bolsa.
-¿Querés meter tus dedos en las marcas que me dejaron las ruedas del camión para asegurarte?
-No, gracias… Le creo, Señor.

Jesús les pidió que se sentaran en ronda. A su derecha se encontraban Melchor, Gaspar y Baltasar; a su izquierda, Papá Noel, el Ratón Pérez y el Conejo de Pascua; justo en frente suyo cerraba el círculo el Viejo de la Bolsa.

- Amigos: no encuentro razones para peleas. El verdadero motivo de las Fiestas no debo ser yo, ni vos Samuel, ni ustedes tres, ni los regalos. Que el verdadero motivo de la celebración sea éste: la reunión. No hace falta que sean siempre los mismos los que se reúnen. Tampoco es necesario que sean familiares. ¡No se junten por obligación! La idea de la reunión es compartir. Un momento, un saludo, un afecto, una sonrisa. Vivamos las Fiestas en Paz. Me gustaría cerrar este encuentro con un pequeño ritual que tengo… ¿Alguien tiene pan? ¿Vino?
-Ehh, yo tengo algo de chocolate. –Dijo el Conejo Alberto.
-Yo tengo una petaca con fernet – Agregó Papá Noel.
-Bueno, algo es algo.

Jesús cerró el encuentro multiplicando el chocolate y el fernet, hasta que alcanzó para todos. Ya había aprendido a calcular mejor la multiplicación de los alimentos, así que esta vez no sobró nada. Menos mal, ya que nadie había llevado canastas.

Se despidió y volvió a subir a los cielos.

-Bueno, ¿todo bien entonces? -Preguntó Papá Noel a Melchor.
-Ya lo oíste al Señor: Paz para estas Fiestas.
-De todos modos te estaremos vigilando –Dijo Gaspar- Si vemos que te estás desviando nuevamente del camino te lo haremos saber.
-Creo que lo mejor va a ser que me deshaga de esto…

Baltasar volvió a sacar el Desmitificador y lo arrojó con fuerza hacia el río. Sin embargo, justo antes de hundirse se golpeó contra una piedra y disparó un último rayo. Todos se agacharon velozmente para esquivarlo.

-¿Están todos bien? – Preguntó el Ratón Pérez.
-Sí, sí, parece que no le dio a nadie.
-¡Un momento! ¿Dónde está el Viejo de la Bolsa?
-¿El Viejo de qué?
-¿De qué estás hablando Samuel?
-No lo sé… no sé por qué dije eso.

Nuestros amigos imaginarios se despidieron allí, prometiéndose volver a reunirse pronto. Un clima de paz reinó el resto del día. Y las navidades continuaron siendo… iguales.



[FIN]





Dedicado a la memoria de Félix Sarlanga, más conocido como el Viejo de la Bolsa.